El Tao y el Vacío Creador

"Hay algo sin foma y perfecto
que existía antes de que el universo naciera
Es sereno. Vacío.
Solitario. Inmutable.
Infinito. Eternamente presente.
Es la madre del Universo.
A falta de un nombre mejor...
lo llamo Tao.

Fluye a través de todo,
dentro y fuera de todo,
y al origen de todo retorna.

El Tao es grande
El universo es grande.
La tierra es grande,
El hombre es grande.

El hombre sigue a la tierra.
La tierra sigue al universo.
El universo sigue al Tao.
El Tao se sigue a sí mismo."

Tao-Te-King, cap 25.

martes, 28 de julio de 2009

El mito del terapeuta.


Existen básicamente dos tipos de terapeutas.
Los que han hecho una largo proceso de aprendizaje, y tras muchos años de discipulado se sienten en condiciones de ayudar, sanar, guiar o enseñar a los demás, y los que van aprendiendo en el camino, siendo discípulos y maestros al mismo tiempo, ayudando y siendo ayudados, guiando y siendo guiados, sanando y siendo sanados, aprendiendo y enseñando al mismo tiempo. Yo, sin lugar a dudas pertenezco al segundo tipo, y hasta de esto me estoy cansando, la verdad.
Me metí en este mundo tan lleno de mitos (el mito del ayudador, del salvador, del sanador profesional) para empezar a sanarme a mí mismo, y después de cinco años sigo pensando y sintiendo igual.
Muchos dirán, y no les faltará razón, que uno debe estar mínimamente preparado para ayudar a los demás, y que esto es imposible si antes no se ha ayudado a sí mismo. Lo mismo puede decirse del hecho de tener hijos, realizar ciertas labores con bastante grado de responsabilidad, vivir en pareja, o sencillamente el arte de amar. Quien no conoce el tópico de que es imposible amar sin amarse a uno mismo?. En parte es verdad, y en parte no lo es, depende del sentido, y desde luego la respuesta no se haya en los radicalismos, en el yo antes que nadie, o en el caballeresco seductor, pero falso, tú siempre primero.
Durante años he defendido a capa y espada esta bandera, hoy, después de muchas relaciones, de muchos y distintos encuentros, he ganado la suficiente, que no es mucha, humildad para haber cambiado mi creencia. El amor es un espejo, una relación dinámica, y a veces uno aprende a amarse amando a otro, lo mismo que uno aprende a ser padre teniendo un hijo, por mucho que uno haga antes mil talleres y cursillos para prepararse para ello, por mucho trabajo, dinero y seguridad que haya conseguido, nunca, y digo nunca, se está preparado para nada. Uno se prepara mientras tanto. Uno aprende un oficio haciéndolo. Esto es lo que significa vivir en el presente. Existe un término para esto, inglés para variar, o mas bien americano, que son la gente mas prosaica del planeta, que reza Learning on do it, cuya traducción seria mas o menos aprender haciendo.
Ayer me volví a encontrar de nuevo con el mito del terapeuta, con la proyección, básicamente responsabilidad nuestra, de que el terapeuta no tiene problemas. Dado que mi currículum de terapeuta ha ido y va de la mano con mi propio proceso de sanación, solo puedo reírme de esta creencia. El convertirme o querer convertirme en terapeuta corporal tiene mucho más que ver con volver a mi propio cuerpo, a través del espejo que me ofrecen a los demás, que con la absurda pretensión de ayudar a los demás desde en un espacio que no sea mi propia consciencia de mis problemas y carencias. Problemas y carencias que comparto con el grueso de la humanidad, y que se manifiestan en patrones mentales, vaivenes emocionales y bloqueos y dolores físicos, como a todo el mundo. Siento la decepción de los milagreros, de los hacedores, y de los adeptos a los fuegos de artificio, viajes y voladuras de toda índole, pero soy así de vulgar, mas de lo que yo mismo a veces quisiera aceptar.
Pero tengo que explicarme con mayor claridad. Así que utilizaré palabras mas directas. El terapeuta realiza un trabajo de limpieza de su propia basura emocional y mental no solo personalmente sino a través del otro, y lo hace a través de los espejos que le ofrecen los problemas -la basura-de los demás. Hay una confusión al respecto de esto, porque existe un ética profesional en la que se da por sentado que el terapeuta tiene que poner distancia para ayudar objetivamente a los demás. Esto no significa que internamente no pueda hacer su propia lectura, que no pueda reconocer en el espejo que se le ofrece sus propias carencias. Lo que pasa es que en vez de airearlo en público , un terapeuta coherente intentará llevar este aprendizaje a su intimidad, a su propio laboratorio en soledad, en familia o en pareja.
La intimidad del terapeuta, como la de todo el mundo, está llena de agujeros, de patrones, de carencias, y es responsabilidad suya unir la objetividad del abordaje profesional con la subjetividad de estar pasando y sintiendo también sus propios procesos, con sus cielos e infiernos. Sin estos, la ayuda del terapeuta quedaría relegada al discurso subido, vacío y hueco del gurú, del que nadie sabe ni sospecha la sombra o las sombras que lleva dentro, a no ser que las viva íntegramente o las haya integrado en su personalidad. Y de estos hay muy pocos, de hecho se pueden contar con los dedos.
Esto no quiere decir que el terapeuta tenga que desahogarse o compartir sus miserias con sus pacientes, esto no sería ético ni objetivo, sino que sería mas que deseable que se llevara el reflejo que recibe de cada sesión, de cada terapia, a su propia vida íntima, y arreglara los asuntos pendientes que tenga al respecto.
Existe un equilibrio entre lo que se recibe y lo que se da. Hay muchos patrones parásitos en este mundo, desde el nada para ti, todo para mi del tirano narcisista compulsivo al todo para ti, nada para mi, del victima complaciente y auto -compasivo que ha renunciado a su propia vida y sus propios deseos. Y entre ambos extremos, está el equilibrio que todos vamos buscando, porque en él, y no en la montaña rusa del subidón-bajón emocional está la paz, que se da por definición no en la soledad de las pajas y los orgasmos mentales, donde no hay mas auto-referencia que uno mismo, sino a través de nuestra relación e interacción con los demás y con el mundo. Esta, la paz que surge de una relación e intercambio abiertos es la verdadera paz: lo demás es fanatismo o absentismo vital. Se de lo que hablo, de verdad.
Las palabras que oí, tú no tienes problemas, me hicieron reflexionar mucho y en profundidad. No por que no los tenga, sino porque por alguna razón quizás de la impresión, o en mi discurso se de la falsa apariencia, de no tenerlos. Los tengo, y muchos. Y no solo problemas sino verdaderos infiernos, quien ha convivido conmigo por un tiempo, sobre todo ex-parejas , los conocen al dedillo.
Pienso, no, se con toda certeza que si aireara mis diarios, muchos se llevarían las manos a la cabeza. Otros me llamarían hipócrita sin pensarlo dos veces, y algunos moverían, como se hacía antiguamente, y aun se hace, la cabeza. Mucho habría que hablar de este gesto. Muchos juicios y creencias se esconden tras este inocente meneo de sesos.
Digo que muchos se llevarían las manos a la cabeza porque son muchos los personajes que hay en ellos, y el personaje del terapeuta tan sólo es uno entre una multitud de formas de consciencia. Pero la gentes, sobre todo las buenas gentes todavía necesitan etiquetas, y el nombre terapeuta o masajista cumple con su función social al respecto. Otra cosa es que en mi intimidad me prive de explorar mis muchas facetas y de reflejarme en otros espejos que ahora no vale la pena ni mencionar. Puede que un día los haga públicos, y me haga unos dineros, sobre todo ahora que está tan de moda los diario que venden emociones al peso, tipo diario de una ninfómana, o diario de un adicto al sexo. De momento su único propósito es reconocerme y conocerme en toda mi complejidad, en toda mi dualidad, multiplicidad, diversidad y totalidad, y también, por la misma razón, reconocerme en toda mi simpleza, que es lo esencial que tenemos dentro.
Lo esencial, tanto en la vida pública o profesional, como en la intimidad, se llama consciencia. Cualquiera , sea terapeuta, escritor, médico, cirujano, o doctor en ciencias del mar, no puede parapatearse en su profesión como si esta fuese una atalaya desde la que observar el océano de la vida sin saber lo que es bucear, y a veces, casi ahogarse en ella. Personalmente siento y creo que este tipo de profesionalismo de élite, del que yo mismo he pecado, no vale una mierda.
La verdad es que hay mucho médico, misionero, voluntario, sanador o maestro que está limpiando una deuda kármica, lo sepan o no lo sepan, porque intuyen, o saben a ciencia cierta, que en esta, o en otras vidas, han sido mas malos que el capitán garfio, y no es que actúen motivados por la culpa (que los hay, y son los peores) sino porque así se lo dicta su consciencia, y así encuentran su paz. Cada cual con su paz, mientras sea verdadera y no la pax romana, que no es sino guerra encubierta. Cada cual con su regla. Fin de la historia.
La paz del alma, que nace de la aceptacion total de la vulnerabilidad, de la carencia, del haber pasado por allí, del haber estado en el más profundo de los infiernos, no de los mil y un cursos que uno ha hecho, de los masters y posgrados en esto y lo de mas allá, ni en el complejo de titulitis que hay en el card profesional. Una cosa es sentir o descubrir que esta es tu vocación y prepararse, y otra prepararse y prepararse y prepararse para rellenar no se cuantas carencias y complejos que no los llenan ni todos los océanos del mundo.
Una cosa es segura, el arte de ayudar, de sanar, o de enseñar, nace de un solo lugar, y este es la vulnerabilidad, la rendición al niño herido que todos llevamos dentro, y de la responsabilidad que tomemos en nuestro propio proceso de sanación personal.
Lo cual no quiere decir otra cosa que aceptar el 100%, no el 20 o el 50, o el 80%, de responsabilidad de lo que nos sucede, sea lo que sea. Esta es la única forma de recuperar nuestro poder personal, y terminar tanto con la dualidad tirano-victima, perro de abajo-perro de arriba, como con las mil y unas dependencias, proyecciones, retroyecciones y confluencias que se dan en algunos interminables y agónicos procesos infantil-terapeúticos, relaciones de parejo-dependencia, constelaciones familiares, contratos profesionales, etc, etc, etc...
Claro que esto es un millón de veces mas fácil decirlo que hacerlo. Como siempre, la acción, y no la palabrería es lo que vale.
La aceptación de la vulnerabilidad y de las propias carencias es el primer paso para empezar el proceso de sanación que nos llevará un día a la integridad biológica y a la paz de espíritu. Eso que llamamos felicidad -no confundir con la sonrisa profiden, o con ha ganado usted un magnífico coche!-, y que sigue sonando a timo de la estampita.
Del mismo modo que no hay hombre sin niño.
No hay paz sin herida.
Ni herida sin guerra.
Todos estamos en esto, todos tenemos mierda hasta el cuello, todos podemos ir quitándola con pala o con cuchara, como se prefiera, pero aquí no se libra ni dios. Sobre todo dios, que es el que nos sufre y nos goza a todos (simplemente porque se experimenta a si mismo a través de todos).
A ver si se enteran los pacifistas, los católicos reticentes, los tododependientes, los salvadores, los oh happy day, y los alabare alabaré....

viernes, 3 de julio de 2009

La mujer del cuadro.


Hay, entre las pocas y escogidas láminas de Van Gogh que decoran las casa en donde vivo, en un rincón que da a una de las ventanas, un cuadro de una mujer sentada que me fascina desde hace tiempo. La mujer está sentada de espaldas, medio desnuda, sobre una sábana que le sirve ademas para cubrirse, con las medias o las botas puestas, apenas se le vislumbra una parte del muslo, los codos relajadamente apoyados en las rodillas, la espalda, blanquísima, como si emitiera luz propia, los hombros y la nuca sueltos, el cabello rojo descuidadamente recogido, la barbilla altiva, la mirada, que no se ve, pero se adivina, clavada en un punto invisible de la escena que completan una estufa de leña, una vieja tarima de madera, un balde metálico, y un camastro sobre la que se adivinan, mas que se perciben, un revoltijo de sábanas deshechas, que combinan a la perfección, cáotica y deliciosamente, con la sábana que cubre a la chica.
La escena, de alto contenido erótico, y a la vez, de una pureza e inocencia naturales e inusitadas en el arte, sugiere muchas cosas, una de ellas, por ejemplo, que la mujer y el autor han hecho el amor recientemente, y que además, o bien están en la casa de esta, o se conocen hace tiempo. La naturalidad que muestra la chica excede con mucho al esfuerzo por mostrarse natural que ejercitan las modelos, siendo que esta mujer parece cualquier cosa menos una modelo profesional. La espontaneidad de la pintura raya más con el poder de captar el instante de la fotografía, que con el minucioso y largo tiempo que llevaba hacer un dibujo de estos, a pesar de las virtudes del autor, o de la rapidez con la que pudiera hacer el boceto.
Muchas más cosas se pueden proyectar sobre la escena, como si la naturalidad de la que está dotada sirviera de limpio espejo donde el observador proyecta lo que sea que tenga en el corazón o en la cabeza.
Obras límpidas e inocentes como esta hay bien pocas, como también hay pocas personas cuya naturalidad pueda hacer de espejo proyectivo para cualquiera.
Una de estas personas es Devi, y como la chica del cuadro, comparte un don del que me di cuenta observándolo con detenimiento una noche, después de una discusión provocada por mi necesidad compulsiva de saber y controlarlo todo, en todo momento. El insight cayó fulminantemente sobre mí, como un rayo, y en un solo segundo descubrí, como si lo hubiese sabido toda mi vida, que lo que más me molestaba de Devi, y lo que tanto me fascinaba del cuadro era una misma cosa. Descubrí sencillamente que tanto Devi como la misteriosa mujer pelirroja del cuadro compartían un sencillo y maravilloso secreto: simplemente, eran libres de las cosas.
Intentaré explicarme un poco mejor, aunque no quiero contaminar esta revelación que ha sido para mi más luminosa en mi andadura espiritual que mis prácticas de meditación, o mil soles brillando sobre mi cabeza.
Cuando digo ser libre de las cosas no me refiero a pasar por encima de ellas, o a ignorarlas, sino a saber utilizar las cosas sin apegarse a ellas. Por alguna razón, la mujer del cuadro, a la que no se le ve la cara, me pareció, y me parece desde entonces, una mujer iluminada, totalmente en armonía con los ritmos de la vida y la creación. Ignoro cual pudiera ser su oficio, status-quo, rango, posición, si está casada, divorciada, separada, viuda, si es madre o prostituta. Podría ser cualquier cosa, porque lo que emana de la escena es una mujer en estado de presencia total, viviendo el momento presente, completamente relajada y entregada a la contemplación, después de haber hecho el amor, o no, antes de irse de casa, o no, de hacer la cena, de ir a por patatas, o de ir a buscar a su hijo que está jugando con otros niños pobres en el campo de trigo.
Lo que se ve, lo que yo veo, al menos, es que la mujer podría ser o hacer cualquier cosa, porque es libre de las cosas. No consigo explicarme mejor, la naturalidad que hay en su posición, la relajación, la espontaneidad con la que posa, hablan de alguien que vive el momento, con las cosas que haya en él, sin preocuparse de lo que viene a continuación, ni de lo que antes sucedió. Una mujer entregada al instante, que hace uso de las cosas sin quedar atrapada en las cosas. No se por qué, pero el espíritu de esta mujer me insinúa esta libertad, este saber estar que envidio por encima de cualquier otra cosa, porque puedo reconocer en este estado no sólo la suprema sabiduría, sino la verdadera y auténtica felicidad.
Hay que contemplar el cuadro durante un largo rato para dejarse impregnar por esta sensación de libertad y espontaneidad, sólo comparable a la de los niños. Puede que la mujer del cuadro no sepa que es libre, lo que importa es que lo es.
El gran misterio de esta pintura, la clave, es su posición de espaldas al ojo del autor-observador. No hace falta imaginarse su cara. Uno podría imaginarse , y tiende a proyectar un bello rostro, porque la belleza del rostro, que no es desvelado, no es estética sino esencial, una belleza que viene de dentro, de esa libertad y espontaneidad que todo su cuerpo y su posición emana de la cabeza a los pies.
La obra es una obra de arte porque sugiere lo que no se ve de una forma mucho más impactante y poderosa de lo que lo haría si se viera directamente. Probablemente el autor sea experto en estas escenas de espaldas, como si se mirase por el ojo de una cerradura, y uno pudiese captar la belleza y la naturalidad de una mujer sentada, como es en este caso, o cocinando, saliendo del baño, acicalándose, e incluso, tocándose.
Yo, como declarado voyeur de la belleza, sería, lo confieso sin asomo de culpa o remordimiento, sería uno de los que miraría por el ojo de la cerradura sin cansarme. De hecho miro cada día por el ojo de mi propia cerradura a cientos de personas, observando sus gestos y sus quehaceres cotidianos, sin jamás cansarme. Se aprende mucho cuando el voyeurismo no está contaminado por una mente repleta de fantasías, sino vacía y abierta como el espacio. Uno puede convertirse en un verdadero sabio.
Pero volvamos al meollo de la cuestión.
Se ve a mucha gente siendo, o buscando su ser a través de las cosas, pero no siendo libre de las cosas; la mayor parte de la gente, incluido yo, se enreda en las mismas cosas, bien porque busca su identidad en ellas, bien porque las utiliza inconscientemente, y acaba apegándose a ellas.
Cuando digo que se ve a mucha gente hablo del 99´99% de la gente. Repito que yo me incluyo en este porcentaje, porque soy bien consciente de mis enredos y adicciones emocionales y mentales (olvidé decir que las emociones y pensamientos también se cuentan como cosas).
Sin embargo existe un 0´1% de la gente que es libre, no que se cree libre al no hacer uso de las cosas (estos-yo entre ellos- estarían en el 99´99% que no es libre, a pesar de sentirse muy libres) sino que es libre de las cosas, siendo capaz de ser en las mismas cosas, es decir, de hacer, se sentir, de pensar, sin engancharse a sus acciones, pensamientos o estados emocionales.
Esta mujer del cuadro es una de esos seres privilegiados.
Devi, como dije, es otra de las personas tocadas por la varita mágica de la libertad no conceptual, sino real y viva, a pesar de mis denostados esfuerzos por atraparla en mis redes mentales y emocionales, como siempre he hecho con todas las mujeres de mi vida, entre las cuales ha habido más de una iluminada por el arte de vivir en el presente, aunque yo no pudiera, o no estuviera preparado para reconocerlo.
Por suerte para mi, o por desgracia, esta vez he dado con alguien que ha nacido para ser un espejo, y no quedarse enganchado a ninguna imagen que pueda reflejarse.
Este espejo es otra forma de llamar al ojo de dios, o la libertad de ser.
Muchas son las veces en las que cada día me quedo varado en alguna cosa: hasta hoy mi idea y uso de libertad era no hacer uso de las cosas para no quedarme atrapado en ellas. Aun sabiendo que semejante actitud era un fraude, no tenía o acuñaba el valor suficiente como para aceptar que era y soy esclavo de mi miedo a vivir y hacer uso de las cosas, sobre todo de las materiales. Miedo por quedar atrapado en ellas, sin saber luego como salir.
Pero resulta que vivimos en un mundo ilusorio, en el que las cosas solo están aquí para hacernos conocernos a nosotros mismos, a través de las relaciones que mantenemos con ellas, de amor, de libertad, de apego ,de odio, o de rechazo.
No hay forma de huir de las cosas, porque las cosas las hemos creado para reconocer e integrar dentro de nosotros mismos distintos estados y facetas de nuestro propio ser. No hay forma de huir de las cosas, ni de ser sin las cosas. Sólo se puede ser en las cosas, cuando uno es libre de las cosas, es decir, cuando uno puede pensar, sentir o hacer cualquier cosa sin quedarse atrapado en ello. La única forma de ser en las cosas sin perderse en ellas es entregarse a cada cosa, con plena consciencia. Y la única forma de entregarse a cada cosa con plena consciencia es estar presente.
Yo veo muchas más implicaciones, infinitas de ellas, en este milagroso don, pero como no soy libre no soy el mas indicado para hablar de ello.
Devi, o la mujer del cuadro, o cualquiera de esta raza escasa y privilegiada de vividores natos, lo haría infinitamente mejor que yo, pero como no es costumbre de esta raza el hablar o razonar las cosas, sino vivirlas, pues me parece que nos quedaremos sin desvelar el secreto.
No seré yo el que lo desvele, y aunque pudiera desvelarlo algún día, ya no lo diría, porque ya no tendría nada que decir respecto de esto, ni de cualquier otra cosa. Seria por fin libre de las cosas, siendo en las cosas.
Seria libre de la pseudo-escritura, de la verborrea egoíca , de la cháchara mental, y de la morrala del pensamiento. sería libre del mitote, como lo llaman los toltecas.
Libre de ser en las cosas, no a través de las cosas. No muchos percibirán esta diferencia.
No importa.
Lo que importa es que he descubierto un nuevo mantra que revela y desvela mi cobardía y mi secreto.
No soy libre, ni remotamente tan libre como creía serlo.
Y es más fácil, aunque lo niegue, aceptar la maestría de Devi, que luchar contra ella, con mil y un argumentos, cada uno mas absurdo que al anterior.
Porque a fin de cuentas, sólo hay un argumento, sólo uno, y este es la felicidad, la integridad, y la libertad con la que vivimos nuestra vida en cada momento.
No soy libre.
Lo diré otra vez, para ver si me entero: NO-SOY -LIBRE.
Pero se lo que ser libre significa, hacia donde sopla el viento: Ser en las cosas siendo libre de las cosas.
El día que lo consiga no tendré nada más que decir, nada más en absoluto.
No me puedo ni imaginar el alivio que sentiré cuando me haya curado de todas mis idolatrías, de todos mis vicios de ensalzar algo o a alguien por encima e algo o a alguien. Cuando ya no necesite hablar de nada, ni echarle la charla a nadie, ni siquiera a mí mismo.
El día en el que pueda contemplarlo todo con ecuanimidad, reconociendo el mismo sagrado e indefinible secreto en la trompa insaciable del mosquito que te pica y te pica y te pica, en el olor a mierda de perro cuando uno se tumba en el parque, y en las arrugas de los viejos que se pasan las mañanas y las tardes en el banco mirando sus recuerdos.
Me quedaré sentado, relajado y presente, como la pelirroja del cuadro.
Dormiré, comeré, y trabajaré en lo que me toque con la misma placidez que veo en Devi, aunque ya no esté con ella, o no pueda hacerme de espejo.
Seré yo mismo, seré en las cosas y libre de ellas.
Ahora solo puedo honrar, cuando la reconozco, a la Diosa, en Devi, en la mujer del cuadro, o en cualquiera que me la refleje.
La Diosa, traducido al idioma de la calle, es el presente.
O mas bien, la infinita belleza y sacralidad que hay dentro de cada momento.
Reconocerla ya es un paso.
El siguiente es entregarse a ella, morir ella, con confianza y sin miedo.


P.D: Por cierto, busqué la imagen de la escena en internet, y tras no pocos esfuerzos, perdóneseme mi incultura, la encontré.
El cuadro se llama la pelirroja, o el aseo, de Toulouse Lautrec, por si a alguien le interesa.
Y la pelirroja, conociendo a Toulouse, sería, muy probablemente, una mujer de la calle.
Lo cual confirma mi teoría de que hay más iluminados en los arrabales que en los templos (recuerdo que los templos de hoy son todos esos ambientes donde la gente se apunta natural o artificialmente a la filosofía de la nueva era) y que no hay otra iluminación más que vivir las cosas siendo libre de ellas. Y en esto, las prostitutas, sagradas o no, siempre fueron las primeras.
Jesús ya lo decía.
Los niños, los miserables y las prostitutas serían las primeras en entrar en el reino de los cielos.
Y que es el reino sino este preciso momento?.
No hay más reino, ni más paz, ni más felicidad que el presente.
Ser en las cosas, siendo libre de ellas.
Siendo, simplemente siendo.