El Tao y el Vacío Creador

"Hay algo sin foma y perfecto
que existía antes de que el universo naciera
Es sereno. Vacío.
Solitario. Inmutable.
Infinito. Eternamente presente.
Es la madre del Universo.
A falta de un nombre mejor...
lo llamo Tao.

Fluye a través de todo,
dentro y fuera de todo,
y al origen de todo retorna.

El Tao es grande
El universo es grande.
La tierra es grande,
El hombre es grande.

El hombre sigue a la tierra.
La tierra sigue al universo.
El universo sigue al Tao.
El Tao se sigue a sí mismo."

Tao-Te-King, cap 25.

viernes, 3 de julio de 2009

La mujer del cuadro.


Hay, entre las pocas y escogidas láminas de Van Gogh que decoran las casa en donde vivo, en un rincón que da a una de las ventanas, un cuadro de una mujer sentada que me fascina desde hace tiempo. La mujer está sentada de espaldas, medio desnuda, sobre una sábana que le sirve ademas para cubrirse, con las medias o las botas puestas, apenas se le vislumbra una parte del muslo, los codos relajadamente apoyados en las rodillas, la espalda, blanquísima, como si emitiera luz propia, los hombros y la nuca sueltos, el cabello rojo descuidadamente recogido, la barbilla altiva, la mirada, que no se ve, pero se adivina, clavada en un punto invisible de la escena que completan una estufa de leña, una vieja tarima de madera, un balde metálico, y un camastro sobre la que se adivinan, mas que se perciben, un revoltijo de sábanas deshechas, que combinan a la perfección, cáotica y deliciosamente, con la sábana que cubre a la chica.
La escena, de alto contenido erótico, y a la vez, de una pureza e inocencia naturales e inusitadas en el arte, sugiere muchas cosas, una de ellas, por ejemplo, que la mujer y el autor han hecho el amor recientemente, y que además, o bien están en la casa de esta, o se conocen hace tiempo. La naturalidad que muestra la chica excede con mucho al esfuerzo por mostrarse natural que ejercitan las modelos, siendo que esta mujer parece cualquier cosa menos una modelo profesional. La espontaneidad de la pintura raya más con el poder de captar el instante de la fotografía, que con el minucioso y largo tiempo que llevaba hacer un dibujo de estos, a pesar de las virtudes del autor, o de la rapidez con la que pudiera hacer el boceto.
Muchas más cosas se pueden proyectar sobre la escena, como si la naturalidad de la que está dotada sirviera de limpio espejo donde el observador proyecta lo que sea que tenga en el corazón o en la cabeza.
Obras límpidas e inocentes como esta hay bien pocas, como también hay pocas personas cuya naturalidad pueda hacer de espejo proyectivo para cualquiera.
Una de estas personas es Devi, y como la chica del cuadro, comparte un don del que me di cuenta observándolo con detenimiento una noche, después de una discusión provocada por mi necesidad compulsiva de saber y controlarlo todo, en todo momento. El insight cayó fulminantemente sobre mí, como un rayo, y en un solo segundo descubrí, como si lo hubiese sabido toda mi vida, que lo que más me molestaba de Devi, y lo que tanto me fascinaba del cuadro era una misma cosa. Descubrí sencillamente que tanto Devi como la misteriosa mujer pelirroja del cuadro compartían un sencillo y maravilloso secreto: simplemente, eran libres de las cosas.
Intentaré explicarme un poco mejor, aunque no quiero contaminar esta revelación que ha sido para mi más luminosa en mi andadura espiritual que mis prácticas de meditación, o mil soles brillando sobre mi cabeza.
Cuando digo ser libre de las cosas no me refiero a pasar por encima de ellas, o a ignorarlas, sino a saber utilizar las cosas sin apegarse a ellas. Por alguna razón, la mujer del cuadro, a la que no se le ve la cara, me pareció, y me parece desde entonces, una mujer iluminada, totalmente en armonía con los ritmos de la vida y la creación. Ignoro cual pudiera ser su oficio, status-quo, rango, posición, si está casada, divorciada, separada, viuda, si es madre o prostituta. Podría ser cualquier cosa, porque lo que emana de la escena es una mujer en estado de presencia total, viviendo el momento presente, completamente relajada y entregada a la contemplación, después de haber hecho el amor, o no, antes de irse de casa, o no, de hacer la cena, de ir a por patatas, o de ir a buscar a su hijo que está jugando con otros niños pobres en el campo de trigo.
Lo que se ve, lo que yo veo, al menos, es que la mujer podría ser o hacer cualquier cosa, porque es libre de las cosas. No consigo explicarme mejor, la naturalidad que hay en su posición, la relajación, la espontaneidad con la que posa, hablan de alguien que vive el momento, con las cosas que haya en él, sin preocuparse de lo que viene a continuación, ni de lo que antes sucedió. Una mujer entregada al instante, que hace uso de las cosas sin quedar atrapada en las cosas. No se por qué, pero el espíritu de esta mujer me insinúa esta libertad, este saber estar que envidio por encima de cualquier otra cosa, porque puedo reconocer en este estado no sólo la suprema sabiduría, sino la verdadera y auténtica felicidad.
Hay que contemplar el cuadro durante un largo rato para dejarse impregnar por esta sensación de libertad y espontaneidad, sólo comparable a la de los niños. Puede que la mujer del cuadro no sepa que es libre, lo que importa es que lo es.
El gran misterio de esta pintura, la clave, es su posición de espaldas al ojo del autor-observador. No hace falta imaginarse su cara. Uno podría imaginarse , y tiende a proyectar un bello rostro, porque la belleza del rostro, que no es desvelado, no es estética sino esencial, una belleza que viene de dentro, de esa libertad y espontaneidad que todo su cuerpo y su posición emana de la cabeza a los pies.
La obra es una obra de arte porque sugiere lo que no se ve de una forma mucho más impactante y poderosa de lo que lo haría si se viera directamente. Probablemente el autor sea experto en estas escenas de espaldas, como si se mirase por el ojo de una cerradura, y uno pudiese captar la belleza y la naturalidad de una mujer sentada, como es en este caso, o cocinando, saliendo del baño, acicalándose, e incluso, tocándose.
Yo, como declarado voyeur de la belleza, sería, lo confieso sin asomo de culpa o remordimiento, sería uno de los que miraría por el ojo de la cerradura sin cansarme. De hecho miro cada día por el ojo de mi propia cerradura a cientos de personas, observando sus gestos y sus quehaceres cotidianos, sin jamás cansarme. Se aprende mucho cuando el voyeurismo no está contaminado por una mente repleta de fantasías, sino vacía y abierta como el espacio. Uno puede convertirse en un verdadero sabio.
Pero volvamos al meollo de la cuestión.
Se ve a mucha gente siendo, o buscando su ser a través de las cosas, pero no siendo libre de las cosas; la mayor parte de la gente, incluido yo, se enreda en las mismas cosas, bien porque busca su identidad en ellas, bien porque las utiliza inconscientemente, y acaba apegándose a ellas.
Cuando digo que se ve a mucha gente hablo del 99´99% de la gente. Repito que yo me incluyo en este porcentaje, porque soy bien consciente de mis enredos y adicciones emocionales y mentales (olvidé decir que las emociones y pensamientos también se cuentan como cosas).
Sin embargo existe un 0´1% de la gente que es libre, no que se cree libre al no hacer uso de las cosas (estos-yo entre ellos- estarían en el 99´99% que no es libre, a pesar de sentirse muy libres) sino que es libre de las cosas, siendo capaz de ser en las mismas cosas, es decir, de hacer, se sentir, de pensar, sin engancharse a sus acciones, pensamientos o estados emocionales.
Esta mujer del cuadro es una de esos seres privilegiados.
Devi, como dije, es otra de las personas tocadas por la varita mágica de la libertad no conceptual, sino real y viva, a pesar de mis denostados esfuerzos por atraparla en mis redes mentales y emocionales, como siempre he hecho con todas las mujeres de mi vida, entre las cuales ha habido más de una iluminada por el arte de vivir en el presente, aunque yo no pudiera, o no estuviera preparado para reconocerlo.
Por suerte para mi, o por desgracia, esta vez he dado con alguien que ha nacido para ser un espejo, y no quedarse enganchado a ninguna imagen que pueda reflejarse.
Este espejo es otra forma de llamar al ojo de dios, o la libertad de ser.
Muchas son las veces en las que cada día me quedo varado en alguna cosa: hasta hoy mi idea y uso de libertad era no hacer uso de las cosas para no quedarme atrapado en ellas. Aun sabiendo que semejante actitud era un fraude, no tenía o acuñaba el valor suficiente como para aceptar que era y soy esclavo de mi miedo a vivir y hacer uso de las cosas, sobre todo de las materiales. Miedo por quedar atrapado en ellas, sin saber luego como salir.
Pero resulta que vivimos en un mundo ilusorio, en el que las cosas solo están aquí para hacernos conocernos a nosotros mismos, a través de las relaciones que mantenemos con ellas, de amor, de libertad, de apego ,de odio, o de rechazo.
No hay forma de huir de las cosas, porque las cosas las hemos creado para reconocer e integrar dentro de nosotros mismos distintos estados y facetas de nuestro propio ser. No hay forma de huir de las cosas, ni de ser sin las cosas. Sólo se puede ser en las cosas, cuando uno es libre de las cosas, es decir, cuando uno puede pensar, sentir o hacer cualquier cosa sin quedarse atrapado en ello. La única forma de ser en las cosas sin perderse en ellas es entregarse a cada cosa, con plena consciencia. Y la única forma de entregarse a cada cosa con plena consciencia es estar presente.
Yo veo muchas más implicaciones, infinitas de ellas, en este milagroso don, pero como no soy libre no soy el mas indicado para hablar de ello.
Devi, o la mujer del cuadro, o cualquiera de esta raza escasa y privilegiada de vividores natos, lo haría infinitamente mejor que yo, pero como no es costumbre de esta raza el hablar o razonar las cosas, sino vivirlas, pues me parece que nos quedaremos sin desvelar el secreto.
No seré yo el que lo desvele, y aunque pudiera desvelarlo algún día, ya no lo diría, porque ya no tendría nada que decir respecto de esto, ni de cualquier otra cosa. Seria por fin libre de las cosas, siendo en las cosas.
Seria libre de la pseudo-escritura, de la verborrea egoíca , de la cháchara mental, y de la morrala del pensamiento. sería libre del mitote, como lo llaman los toltecas.
Libre de ser en las cosas, no a través de las cosas. No muchos percibirán esta diferencia.
No importa.
Lo que importa es que he descubierto un nuevo mantra que revela y desvela mi cobardía y mi secreto.
No soy libre, ni remotamente tan libre como creía serlo.
Y es más fácil, aunque lo niegue, aceptar la maestría de Devi, que luchar contra ella, con mil y un argumentos, cada uno mas absurdo que al anterior.
Porque a fin de cuentas, sólo hay un argumento, sólo uno, y este es la felicidad, la integridad, y la libertad con la que vivimos nuestra vida en cada momento.
No soy libre.
Lo diré otra vez, para ver si me entero: NO-SOY -LIBRE.
Pero se lo que ser libre significa, hacia donde sopla el viento: Ser en las cosas siendo libre de las cosas.
El día que lo consiga no tendré nada más que decir, nada más en absoluto.
No me puedo ni imaginar el alivio que sentiré cuando me haya curado de todas mis idolatrías, de todos mis vicios de ensalzar algo o a alguien por encima e algo o a alguien. Cuando ya no necesite hablar de nada, ni echarle la charla a nadie, ni siquiera a mí mismo.
El día en el que pueda contemplarlo todo con ecuanimidad, reconociendo el mismo sagrado e indefinible secreto en la trompa insaciable del mosquito que te pica y te pica y te pica, en el olor a mierda de perro cuando uno se tumba en el parque, y en las arrugas de los viejos que se pasan las mañanas y las tardes en el banco mirando sus recuerdos.
Me quedaré sentado, relajado y presente, como la pelirroja del cuadro.
Dormiré, comeré, y trabajaré en lo que me toque con la misma placidez que veo en Devi, aunque ya no esté con ella, o no pueda hacerme de espejo.
Seré yo mismo, seré en las cosas y libre de ellas.
Ahora solo puedo honrar, cuando la reconozco, a la Diosa, en Devi, en la mujer del cuadro, o en cualquiera que me la refleje.
La Diosa, traducido al idioma de la calle, es el presente.
O mas bien, la infinita belleza y sacralidad que hay dentro de cada momento.
Reconocerla ya es un paso.
El siguiente es entregarse a ella, morir ella, con confianza y sin miedo.


P.D: Por cierto, busqué la imagen de la escena en internet, y tras no pocos esfuerzos, perdóneseme mi incultura, la encontré.
El cuadro se llama la pelirroja, o el aseo, de Toulouse Lautrec, por si a alguien le interesa.
Y la pelirroja, conociendo a Toulouse, sería, muy probablemente, una mujer de la calle.
Lo cual confirma mi teoría de que hay más iluminados en los arrabales que en los templos (recuerdo que los templos de hoy son todos esos ambientes donde la gente se apunta natural o artificialmente a la filosofía de la nueva era) y que no hay otra iluminación más que vivir las cosas siendo libre de ellas. Y en esto, las prostitutas, sagradas o no, siempre fueron las primeras.
Jesús ya lo decía.
Los niños, los miserables y las prostitutas serían las primeras en entrar en el reino de los cielos.
Y que es el reino sino este preciso momento?.
No hay más reino, ni más paz, ni más felicidad que el presente.
Ser en las cosas, siendo libre de ellas.
Siendo, simplemente siendo.

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