El Tao y el Vacío Creador

"Hay algo sin foma y perfecto
que existía antes de que el universo naciera
Es sereno. Vacío.
Solitario. Inmutable.
Infinito. Eternamente presente.
Es la madre del Universo.
A falta de un nombre mejor...
lo llamo Tao.

Fluye a través de todo,
dentro y fuera de todo,
y al origen de todo retorna.

El Tao es grande
El universo es grande.
La tierra es grande,
El hombre es grande.

El hombre sigue a la tierra.
La tierra sigue al universo.
El universo sigue al Tao.
El Tao se sigue a sí mismo."

Tao-Te-King, cap 25.

lunes, 29 de junio de 2009

La integridad biológica: el cuerpo como consciencia.


Define Miyo, en el Sol que mora en las tinieblas, a la integridad biológica como “la expresión total y armónica de un ser humano”. La definición ya habla por si misma, aunque él va mucho mas allá diciendo: “amoroso, libre de sus fantasmas internos, vibrando con todas las formas de vida del universo, capaz de mantener la unidad y la transparencia entre sus palabras, pensamiento, emoción y acción...” y sigue, claro, machacando y aclarando a su estilo, para no dejar lugar a dudas: “es el reflejo de la unidad de polaridades entre lo masculino y lo femenino. Y también implica que el individuo, hombre o mujer, ha abrazado su propia sombra y ha asumido luminosamente los poderes del dragón de las profundidades que habita en su vientre”. Habla luego de los valores masculinos y femeninos, que se unen en el guerrer@ que ha alcanzado la integridad, la unión de todos los chakras internos, y del pecho, vientre, corazón y cabeza, etc, etc... quien conozca a Miyo sabe que podría seguir durante horas y horas... y quien no lo conozca que pruebe a hacerse un tallercito con él, que seguro se divertirá, reirá, llorará, gritará, y después, quizás, si ha hecho un buen trabajo, y los dioses o el karma personal le son favorables, encuentre algo así como un punto inconmovible de paz y tranquilidad.
Pero volvamos a nuestro tema
Sin ser tan exigentes como Miyo (su filtro biológico ya quitaría de en medio a muchos de los considerados maestros, y tantos charlatanes y puristas que pasean sus espirituales discursos y sus sonrisas profiden que se evaporan nada mas ver pasar al de los cuernos), pero sabiendo que en el fondo el ser humano está llamado a ser integral, o a no ser nada, y consumirse a si mismo en su propio poder y creatividad insatisfechos, no nos queda mas remedio que admitir que la integridad biológica no solo es el filtro para medir una espiritualidad sana e integrada con la vida, sino el único camino para realizarnos como seres humanos completos.
Muchos somos los buscadores que, en nuestra búsqueda de la piedra filosofal, nos hemos dejado nuestra integridad por el camino: y no es por no haber sido honestos, o quizás sí, es por no haber entendido y comprendido que sin un cuerpo y mente en perfectas condiciones, la escalera hacia el cielo no solo es prácticamente imposible de subir, sino que después de semejante ascenso es muy posible que la puerta del paraíso este cerrada a cal y canto, y a San Pedro no le salga de los reales abrirnos ni aunque nos declaremos en huelga de hambre.
He dicho varias veces, en varios artículos, que la espiritualidad no tiene nada que ver con un cielo rosa o violeta flotando por encima de nuestras cabezas, ni tampoco con ninguna sadhana masoquista que nos deje el cuerpo, o la mente, hecho un saco de huesos, o de mierda. Ni happy flowers ni esforzados ascetas entrarán antes que nadie en el verdadero cielo. Unos porque intentan dejarse el infierno a la espalda, otros porque ya están en él, sin darse cuenta. La espiritualidad tiene que ver con habitar íntegra y sanamente en nuestro cuerpo, y dejar que sea él que nos vaya despejando el camino hacia el cielo, a través de la integración de nuestros propios infiernos.
En el cuerpo, y en nada más que el cuerpo, está la clave de la integridad biológica, y esto es absolutamente necesario comprenderlo. Es necesario comprenderlo porque ya van muchos siglos en los que, desde muchísimas tradiciones espirituales, se desprecia al cuerpo, o se prescinde de él, como camino para el auto-conocimiento, dándonos el mensaje una y otra vez, como hace el Vedanta, o el Catolicismo al uso, de que no somos el cuerpo.
No, no somos sólo el cuerpo, si como cuerpo se entiende un ropaje de piel, carne , músculos, órganos y huesos, pero sí somos el cuerpo, si como cuerpo entendemos a este perfecto ordenador o ingeniería biológica que sirve de soporte y de expresión multidimensional a la conciencia.
Un cuerpo humano completo, sano, con sus doces espirales de adn activadas, y sus doce chakras en perfecto funcionamiento, es la mas maravillosa máquina que ha creado el universo. Una verdadera máquina del tiempo multidimensional, capaz de aportar infinitas experiencias de aprendizaje a la conciencia que lo ha creado, como holograma biológico, para experimentar consigo misma. Un cuerpo humano integrado no sólo está en conexión con todo el universo, sino que es el entero universo, pues está comunicado con todas las posibilidades de expresión del universo, siendo ademas capaz de aportar nuevas formas de expansión y crecimiento que antes no existían.
Esta visión del cuerpo puede parecer muy esotérica para ambientes profanos, o acostumbrados a ver al cuerpo desde la perspectiva de los tres primeros chakras, que son los que se ocupan básicamente de la supervivencia, la sexualidad y el poder, temas redundantes en la historia humana durante los últimos 8000 años, por los menos. La percepción integral que nos aportan los demás chakras, así como la conexión entre todos ellos, es lo que nos abre no sólo a la visión multidimensional del ser humano, sino a la comprensión de la verdadera función de los tres primeros, que es la conexión con la tierra y los elementos, la creatividad expresada en una sexualidad sana y completa, y el poder personal y el verdadero conocimiento interno. Ni que decir tiene que hay una relación inseparable entre los doce chakras y las doce espirales de adn, el resurgir o el despertar de las glándulas internas (timo, hipotálamo, pituitaria, glándula pineal, etc...) y el despejamiento de la memora celular a través de la luz fotónica, del prana, y de infinidad de actividades que se pueden hacer para despertar y expandir la consciencia.
Lo imperante no es la práctica, sino el tener claro que sin el cuerpo (cuerpo engloba aquí sensaciones, emociones y pensamientos, densos o sutiles) no vamos a ninguna parte, y que ya es hora de honrarlo como merece, es decir, hacerle caso, escuchar sus necesidades, que, curiosamente, están en sincronía con la voz y las necesidades de la Tierra.
No hace falta ser espiritual para esto, hace falta decidirse a habitar el cuerpo y ser consecuente con lo que pase allí dentro.
La primera cosa que tenemos que hacer para habitar el cuerpo es estar al tanto de nuestras sensaciones, porque las sensaciones son las respuestas corporales a las emociones y pensamientos que tenemos. La escucha atenta y continuada de estas sensaciones dará paso a un íntimo contacto con nuestro estado energético, y a un más alto grado de consciencia corporal, que se puede sentir de muchas maneras, una de las cuales es una vibración ininterrumpida y sutil que recorre todo el cuerpo, como si estuviese vibrando cada célula. Con el tiempo nos acostumbraremos a sentir y chequear nuestros distintos estados energéticos, y a reconocer la relación que hay entre nuestros distintos estados y la emociones y los pensamientos.
Con un poco más de práctica, podremos empezar a cambiar estos estados, lo que equivale a decir que comenzaremos a gestionar de una forma sana y eficiente nuestra energía interna.
Aprender a gestionar la energía interna significa aprender a reconocer e identificar aquellos estados energéticos que no nos convienen y cambiarlos, reconociendo las emociones, y los pensamientos que los están causando. A veces es imposible cambiar una emoción o un pensamiento, sobre todo cuando provienen de una campo energético externo, o un patrón emocionakl o mental muy enquistado, pero sí es posible reconocerlos como causa de nuestro malestar, y observarlos. Y nótese que digo observarlos, no rechazarlos, porque el rechazo que se practica en determinados círculos de conciencia no puede sino traer más malestar, o lo que es peor, la dependencia de nuestro bienestar de la calidad de determinadas emociones y pensamientos. A veces es posible rechazar un sentimiento de tristeza, o identificar un patrón de pensamiento negativo y rechazarlo, pero la libertad solo llega cuando se aceptan sin perderse en ellos.
Esta observación-aceptación va liberando poco a poco los patrones kármicos que almacenamos en el depósito de la conciencia, hasta que las semillas están agotadas y tenemos libre acceso para crear a través de la intención la realidad que queremos, porque ya somos capaces de ahorrar energía, energía que se convierte en poder personal, poder que necesitamos para emprender el camino espiritual y despertar las habilidades dormidas de nuestro cuerpo.
Por eso, en lo que estamos varados en patrones emocionales y mentales negativos, la primera cosa por hacer es volver a habitar nuestro cuerpo, y no lo contrario, porque es imposible el acceso al reino del espíritu si no tenemos poder para hacerlo, y no podemos tener poder si no somos capaces de subir nuestra frecuencia energética, y no es posible subir nuestra frecuencia energética si antes no hemos hecho un trabajo de limpieza e integración de todos los aspectos densos, oscuros o kármicos que están reclamando nuestra atención.
Es por esto que Miyo, y otros visionarios, le dan tanta importancia al abrazo de la sombra como requisito indispensable para emprender la ascensión planetaria, y no podemos estar más de acuerdo, porque sin sombra no hay luz, y sin demonio no hay dios. La sombra no sólo está en su derecho de acompañarnos en el viaje hacia la luz, sino que sin ella la luz nos rechazará de pleno, porque es a ella, y no a lo que nosotros creemos, lo que la luz desea. Y la desea para ser uno y convertirnos en seres multidimensionales y completos con funciones y facultades físicas, biológicas, emocionales, mentales, y espirituales plenas.
Así de claro.
En el proceso de ascensión se reclama hasta la última memoria oscura, patrón obsesivo, dolor, para ser transformados en luz, en luz no dual, y esto en todas y cada una de nuestras células.
No basta con decir que el cuerpo es una ilusión con el que experimenta la consciencia. Ilusión o no, el cuerpo es expresión sagrada de esa misma consciencia, y por lo tanto, es consciencia.
El cuerpo , como la tierra que habitamos, es un milagro, una obra de arte, pero para apreciar, honrar y cuidar de esta obra de arte, es necesario habitarlo, es decir, sentir no que tenemos un cuerpo, sino que somos un cuerpo, un cuerpo que contiene dentro de sí la heliografía no sólo de la tierra, y de todos los seres y elementos que habitan en ella, sino de todo el universo.
Sentir el cuerpo es siempre el primer paso, y sin ese paso, no hay camino posible hacia ningún lado. Por supuesto, siempre podemos prescindir del cuerpo, y huir hacia esferas más cómodas, donde podemos sentirnos a gusto, porque ya las conocemos, pero que siempre nos limitarán porque, en lo que estemos parapeteados en ellas, jamás nos sentiremos completos.
El cuerpo es el portal, tanto como la llave, el viaje y la meta, el cuerpo es la manifestación de la consciencia, porque la consciencia sin forma no puede experimentar hasta que no toma forma, es decir, cuerpo.
Pero eso sin cuerpo, sin forma, tampoco hay consciencia, porque la consciencia sin forma es inconsciencia, puesto que la consciencia necesita de una forma para reconocerse y experimentar consigo misma.
Pero esto ya es otra historia, mas larga y un poco mas compleja, que daría para otro tema.
Aquí hablamos, hemos hablado ya, del cuerpo y de laintegridad biológica, que es la forma que en el ser humano toma la consciencia.
Todo es consciencia, pero sin cuerpo, nada es consciente de serlo.
Por eso el cuerpo es la base de la consciencia, y de todo lo que existe en el universo, porque el mismo universo es el cuerpo de la conciencia, y sin él, la consciencia no podría ser consciente de serlo.
La creación-evolución no es sino el proceso gradual de toma de consciencia de la misma consciencia, a través de su manifestación en un cuerpo multi-dimensional, humano, planetario, galáctico, cósmico, o universal...
La ascensión o la integridad biológica es el culmen de un proceso creativo que empezó hace billones de años, con una explosión sin precedentes en la que la consciencia creó el espacio y el tiempo, el cuerpo, a través de la intención y el pensamiento, para conocerse a si misma, ya que esta trae de vuelta todas las experiencias que la misma consciencia ha acumulado a través de la experiencias de su infinito, o infinitos cuerpos.
La integridad biológica no es sólo la expresión de la conciencia en el ser humano, sino el culmen de la evolución de la consciencia en cualquier forma que haya adoptado en el espacio y en el tiempo, porque integra todas las formas que ha creado, y las conecta con la fuente suprema.
El fin de la evolución no es sólo el reconocimiento de la consciencia en todas sus formas, sino la integración de todas ellas, volviendo a la fuente, y aportando su propia experiencia.
En la mitología tolteca, el Águila, o la Consciencia Suprema, devora todas las formas de consciencia que ella misma ha creado, a excepción de aquellas que han ganado la integridad biológica, es decir, aquellas que estando aún en un cuerpo, se han vuelto auto-conscientes, es decir, han encendido cada célula de su cuerpo físico con la luz de la conSciencia, y se han reconocido como pura consciencia, aún estando en un cuerpo.
Este es camino hacia la integridad biológica, un camino preconizado por muchos y distintos profetas de la conciencia (Aurobindo, Wilber, Groff, Maslow), un camino que empieza, porque no puede empezar de otra manera, mirándose dentro, duela o no duela, o dicho de otra manera, llueva o haga sol, aceptando cada cosa que va sucediendo, conforme va sucediendo, manteniéndose justo en el centro, en el presente, en el aquí y ahora, ni un paso a la izquierda o a la derecha, ni un paso adelante o atrás.
Justo en el centro de la acción, estando presente, sin pretender nada más ni nada menos que lo que está sucediendo, pase lo que pase en cada momento.

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