El Tao y el Vacío Creador

"Hay algo sin foma y perfecto
que existía antes de que el universo naciera
Es sereno. Vacío.
Solitario. Inmutable.
Infinito. Eternamente presente.
Es la madre del Universo.
A falta de un nombre mejor...
lo llamo Tao.

Fluye a través de todo,
dentro y fuera de todo,
y al origen de todo retorna.

El Tao es grande
El universo es grande.
La tierra es grande,
El hombre es grande.

El hombre sigue a la tierra.
La tierra sigue al universo.
El universo sigue al Tao.
El Tao se sigue a sí mismo."

Tao-Te-King, cap 25.

lunes, 29 de junio de 2009

La integridad biológica: el cuerpo como consciencia.


Define Miyo, en el Sol que mora en las tinieblas, a la integridad biológica como “la expresión total y armónica de un ser humano”. La definición ya habla por si misma, aunque él va mucho mas allá diciendo: “amoroso, libre de sus fantasmas internos, vibrando con todas las formas de vida del universo, capaz de mantener la unidad y la transparencia entre sus palabras, pensamiento, emoción y acción...” y sigue, claro, machacando y aclarando a su estilo, para no dejar lugar a dudas: “es el reflejo de la unidad de polaridades entre lo masculino y lo femenino. Y también implica que el individuo, hombre o mujer, ha abrazado su propia sombra y ha asumido luminosamente los poderes del dragón de las profundidades que habita en su vientre”. Habla luego de los valores masculinos y femeninos, que se unen en el guerrer@ que ha alcanzado la integridad, la unión de todos los chakras internos, y del pecho, vientre, corazón y cabeza, etc, etc... quien conozca a Miyo sabe que podría seguir durante horas y horas... y quien no lo conozca que pruebe a hacerse un tallercito con él, que seguro se divertirá, reirá, llorará, gritará, y después, quizás, si ha hecho un buen trabajo, y los dioses o el karma personal le son favorables, encuentre algo así como un punto inconmovible de paz y tranquilidad.
Pero volvamos a nuestro tema
Sin ser tan exigentes como Miyo (su filtro biológico ya quitaría de en medio a muchos de los considerados maestros, y tantos charlatanes y puristas que pasean sus espirituales discursos y sus sonrisas profiden que se evaporan nada mas ver pasar al de los cuernos), pero sabiendo que en el fondo el ser humano está llamado a ser integral, o a no ser nada, y consumirse a si mismo en su propio poder y creatividad insatisfechos, no nos queda mas remedio que admitir que la integridad biológica no solo es el filtro para medir una espiritualidad sana e integrada con la vida, sino el único camino para realizarnos como seres humanos completos.
Muchos somos los buscadores que, en nuestra búsqueda de la piedra filosofal, nos hemos dejado nuestra integridad por el camino: y no es por no haber sido honestos, o quizás sí, es por no haber entendido y comprendido que sin un cuerpo y mente en perfectas condiciones, la escalera hacia el cielo no solo es prácticamente imposible de subir, sino que después de semejante ascenso es muy posible que la puerta del paraíso este cerrada a cal y canto, y a San Pedro no le salga de los reales abrirnos ni aunque nos declaremos en huelga de hambre.
He dicho varias veces, en varios artículos, que la espiritualidad no tiene nada que ver con un cielo rosa o violeta flotando por encima de nuestras cabezas, ni tampoco con ninguna sadhana masoquista que nos deje el cuerpo, o la mente, hecho un saco de huesos, o de mierda. Ni happy flowers ni esforzados ascetas entrarán antes que nadie en el verdadero cielo. Unos porque intentan dejarse el infierno a la espalda, otros porque ya están en él, sin darse cuenta. La espiritualidad tiene que ver con habitar íntegra y sanamente en nuestro cuerpo, y dejar que sea él que nos vaya despejando el camino hacia el cielo, a través de la integración de nuestros propios infiernos.
En el cuerpo, y en nada más que el cuerpo, está la clave de la integridad biológica, y esto es absolutamente necesario comprenderlo. Es necesario comprenderlo porque ya van muchos siglos en los que, desde muchísimas tradiciones espirituales, se desprecia al cuerpo, o se prescinde de él, como camino para el auto-conocimiento, dándonos el mensaje una y otra vez, como hace el Vedanta, o el Catolicismo al uso, de que no somos el cuerpo.
No, no somos sólo el cuerpo, si como cuerpo se entiende un ropaje de piel, carne , músculos, órganos y huesos, pero sí somos el cuerpo, si como cuerpo entendemos a este perfecto ordenador o ingeniería biológica que sirve de soporte y de expresión multidimensional a la conciencia.
Un cuerpo humano completo, sano, con sus doces espirales de adn activadas, y sus doce chakras en perfecto funcionamiento, es la mas maravillosa máquina que ha creado el universo. Una verdadera máquina del tiempo multidimensional, capaz de aportar infinitas experiencias de aprendizaje a la conciencia que lo ha creado, como holograma biológico, para experimentar consigo misma. Un cuerpo humano integrado no sólo está en conexión con todo el universo, sino que es el entero universo, pues está comunicado con todas las posibilidades de expresión del universo, siendo ademas capaz de aportar nuevas formas de expansión y crecimiento que antes no existían.
Esta visión del cuerpo puede parecer muy esotérica para ambientes profanos, o acostumbrados a ver al cuerpo desde la perspectiva de los tres primeros chakras, que son los que se ocupan básicamente de la supervivencia, la sexualidad y el poder, temas redundantes en la historia humana durante los últimos 8000 años, por los menos. La percepción integral que nos aportan los demás chakras, así como la conexión entre todos ellos, es lo que nos abre no sólo a la visión multidimensional del ser humano, sino a la comprensión de la verdadera función de los tres primeros, que es la conexión con la tierra y los elementos, la creatividad expresada en una sexualidad sana y completa, y el poder personal y el verdadero conocimiento interno. Ni que decir tiene que hay una relación inseparable entre los doce chakras y las doce espirales de adn, el resurgir o el despertar de las glándulas internas (timo, hipotálamo, pituitaria, glándula pineal, etc...) y el despejamiento de la memora celular a través de la luz fotónica, del prana, y de infinidad de actividades que se pueden hacer para despertar y expandir la consciencia.
Lo imperante no es la práctica, sino el tener claro que sin el cuerpo (cuerpo engloba aquí sensaciones, emociones y pensamientos, densos o sutiles) no vamos a ninguna parte, y que ya es hora de honrarlo como merece, es decir, hacerle caso, escuchar sus necesidades, que, curiosamente, están en sincronía con la voz y las necesidades de la Tierra.
No hace falta ser espiritual para esto, hace falta decidirse a habitar el cuerpo y ser consecuente con lo que pase allí dentro.
La primera cosa que tenemos que hacer para habitar el cuerpo es estar al tanto de nuestras sensaciones, porque las sensaciones son las respuestas corporales a las emociones y pensamientos que tenemos. La escucha atenta y continuada de estas sensaciones dará paso a un íntimo contacto con nuestro estado energético, y a un más alto grado de consciencia corporal, que se puede sentir de muchas maneras, una de las cuales es una vibración ininterrumpida y sutil que recorre todo el cuerpo, como si estuviese vibrando cada célula. Con el tiempo nos acostumbraremos a sentir y chequear nuestros distintos estados energéticos, y a reconocer la relación que hay entre nuestros distintos estados y la emociones y los pensamientos.
Con un poco más de práctica, podremos empezar a cambiar estos estados, lo que equivale a decir que comenzaremos a gestionar de una forma sana y eficiente nuestra energía interna.
Aprender a gestionar la energía interna significa aprender a reconocer e identificar aquellos estados energéticos que no nos convienen y cambiarlos, reconociendo las emociones, y los pensamientos que los están causando. A veces es imposible cambiar una emoción o un pensamiento, sobre todo cuando provienen de una campo energético externo, o un patrón emocionakl o mental muy enquistado, pero sí es posible reconocerlos como causa de nuestro malestar, y observarlos. Y nótese que digo observarlos, no rechazarlos, porque el rechazo que se practica en determinados círculos de conciencia no puede sino traer más malestar, o lo que es peor, la dependencia de nuestro bienestar de la calidad de determinadas emociones y pensamientos. A veces es posible rechazar un sentimiento de tristeza, o identificar un patrón de pensamiento negativo y rechazarlo, pero la libertad solo llega cuando se aceptan sin perderse en ellos.
Esta observación-aceptación va liberando poco a poco los patrones kármicos que almacenamos en el depósito de la conciencia, hasta que las semillas están agotadas y tenemos libre acceso para crear a través de la intención la realidad que queremos, porque ya somos capaces de ahorrar energía, energía que se convierte en poder personal, poder que necesitamos para emprender el camino espiritual y despertar las habilidades dormidas de nuestro cuerpo.
Por eso, en lo que estamos varados en patrones emocionales y mentales negativos, la primera cosa por hacer es volver a habitar nuestro cuerpo, y no lo contrario, porque es imposible el acceso al reino del espíritu si no tenemos poder para hacerlo, y no podemos tener poder si no somos capaces de subir nuestra frecuencia energética, y no es posible subir nuestra frecuencia energética si antes no hemos hecho un trabajo de limpieza e integración de todos los aspectos densos, oscuros o kármicos que están reclamando nuestra atención.
Es por esto que Miyo, y otros visionarios, le dan tanta importancia al abrazo de la sombra como requisito indispensable para emprender la ascensión planetaria, y no podemos estar más de acuerdo, porque sin sombra no hay luz, y sin demonio no hay dios. La sombra no sólo está en su derecho de acompañarnos en el viaje hacia la luz, sino que sin ella la luz nos rechazará de pleno, porque es a ella, y no a lo que nosotros creemos, lo que la luz desea. Y la desea para ser uno y convertirnos en seres multidimensionales y completos con funciones y facultades físicas, biológicas, emocionales, mentales, y espirituales plenas.
Así de claro.
En el proceso de ascensión se reclama hasta la última memoria oscura, patrón obsesivo, dolor, para ser transformados en luz, en luz no dual, y esto en todas y cada una de nuestras células.
No basta con decir que el cuerpo es una ilusión con el que experimenta la consciencia. Ilusión o no, el cuerpo es expresión sagrada de esa misma consciencia, y por lo tanto, es consciencia.
El cuerpo , como la tierra que habitamos, es un milagro, una obra de arte, pero para apreciar, honrar y cuidar de esta obra de arte, es necesario habitarlo, es decir, sentir no que tenemos un cuerpo, sino que somos un cuerpo, un cuerpo que contiene dentro de sí la heliografía no sólo de la tierra, y de todos los seres y elementos que habitan en ella, sino de todo el universo.
Sentir el cuerpo es siempre el primer paso, y sin ese paso, no hay camino posible hacia ningún lado. Por supuesto, siempre podemos prescindir del cuerpo, y huir hacia esferas más cómodas, donde podemos sentirnos a gusto, porque ya las conocemos, pero que siempre nos limitarán porque, en lo que estemos parapeteados en ellas, jamás nos sentiremos completos.
El cuerpo es el portal, tanto como la llave, el viaje y la meta, el cuerpo es la manifestación de la consciencia, porque la consciencia sin forma no puede experimentar hasta que no toma forma, es decir, cuerpo.
Pero eso sin cuerpo, sin forma, tampoco hay consciencia, porque la consciencia sin forma es inconsciencia, puesto que la consciencia necesita de una forma para reconocerse y experimentar consigo misma.
Pero esto ya es otra historia, mas larga y un poco mas compleja, que daría para otro tema.
Aquí hablamos, hemos hablado ya, del cuerpo y de laintegridad biológica, que es la forma que en el ser humano toma la consciencia.
Todo es consciencia, pero sin cuerpo, nada es consciente de serlo.
Por eso el cuerpo es la base de la consciencia, y de todo lo que existe en el universo, porque el mismo universo es el cuerpo de la conciencia, y sin él, la consciencia no podría ser consciente de serlo.
La creación-evolución no es sino el proceso gradual de toma de consciencia de la misma consciencia, a través de su manifestación en un cuerpo multi-dimensional, humano, planetario, galáctico, cósmico, o universal...
La ascensión o la integridad biológica es el culmen de un proceso creativo que empezó hace billones de años, con una explosión sin precedentes en la que la consciencia creó el espacio y el tiempo, el cuerpo, a través de la intención y el pensamiento, para conocerse a si misma, ya que esta trae de vuelta todas las experiencias que la misma consciencia ha acumulado a través de la experiencias de su infinito, o infinitos cuerpos.
La integridad biológica no es sólo la expresión de la conciencia en el ser humano, sino el culmen de la evolución de la consciencia en cualquier forma que haya adoptado en el espacio y en el tiempo, porque integra todas las formas que ha creado, y las conecta con la fuente suprema.
El fin de la evolución no es sólo el reconocimiento de la consciencia en todas sus formas, sino la integración de todas ellas, volviendo a la fuente, y aportando su propia experiencia.
En la mitología tolteca, el Águila, o la Consciencia Suprema, devora todas las formas de consciencia que ella misma ha creado, a excepción de aquellas que han ganado la integridad biológica, es decir, aquellas que estando aún en un cuerpo, se han vuelto auto-conscientes, es decir, han encendido cada célula de su cuerpo físico con la luz de la conSciencia, y se han reconocido como pura consciencia, aún estando en un cuerpo.
Este es camino hacia la integridad biológica, un camino preconizado por muchos y distintos profetas de la conciencia (Aurobindo, Wilber, Groff, Maslow), un camino que empieza, porque no puede empezar de otra manera, mirándose dentro, duela o no duela, o dicho de otra manera, llueva o haga sol, aceptando cada cosa que va sucediendo, conforme va sucediendo, manteniéndose justo en el centro, en el presente, en el aquí y ahora, ni un paso a la izquierda o a la derecha, ni un paso adelante o atrás.
Justo en el centro de la acción, estando presente, sin pretender nada más ni nada menos que lo que está sucediendo, pase lo que pase en cada momento.

domingo, 28 de junio de 2009

El hombre con las suelas de viento.

Atravieso en las últimas semanas un ataque de nostalgia rimbaudiana, entendiendo como tal no la nostalgia que pudo sentir Rimbaud, cosa harto improbable, sino mi propia nostalgia de tiempos mas inocentes y salvajes en los que Rimbaud, mas que ningún fantoche vestido de sonrisa boba y túnica blanca, fue tanto mi fetiche como mi gurú espiritual.
Pero como todos los ídolos caen, también cayó mi poético gurú, cuando los frutos de su poesía no dieron para más, ni para él, cuando la abandonó, ni para mi, cuando comprendí porque la abandonó, ni para muchos más que comprendieron este abandono porque de alguna manera le acompañaron en sus descensos infernales y en sus ascensos paradisíacos, viviéndolos en sus propias carnes, a través de sus propias odiseas y exorcismos personales.
Hace unos días, releyendo parte de su epistolario que ya conocía, y leyendo cartas que no había leído antes, escritas desde Chipre, Africa, de Harrar y Aden mayoritariamente, volví a entender, mas profundamente si cabe que a los diecinueve años, el porque de su obsesión con hacerse un nombre, y el porque acabo sus días con un cinturón lleno de oro (eso lo entendería cualquiera que haya pasado hambre y precariedad en el nombre no ya de la poesía y el arte, sino de su mas profunda verdad).
No obstante, me sorprendió el hecho de que muchos de sus llamados críticos, y miríadas de fanáticos suyos no hayan entendido que lo mas valioso que nos dejo el advenedizo de la lengua de cuchillo, no fueron sus versos, ni su filosofía poética, ni siquiera sus delirantes y suicidas marchas hacia el infinito, sino precisamente lo que nunca dijo, lo que nunca hizo, y curiosamente lo que persiguió, al menos, durante su empresa poética: la compresión, la consecución de la suprema sabiduría, y la paz, la paz interna y la serena alegría del que habiendo comprendido y experimentado el mundo como parte de si mismo, ya no necesita nada ni tiene nada que demostrar.
O es que algún iluso o devorador de versos y composiciones tan bellas como retorcidas, de Rimbaud, o de cualquiera que en su siglo o en el venidero le copiaron con ahínco, cree por asomo que si nuestro héroe hubiese encontrado verdaderamente la eternidad (ese sol fundido con el mar), hubiese sentido el impulso de cruzarse medio mundo, inmolarse bajo un sol de justicia, y mutilarse a base de caminatas que ni los esclavos de su tiempo ni borrachos hacían?.
Seamos serios, o mejor, seamos irreverentes como nadie, y aceptemos que lo más acertado que el poeta advenedizo hizo nunca, lo más verdadero, lo mas coherente con sus descubrimientos, lo mas cerca de la eternidad que estuvo nunca es cuando tomó la sublime decisión de dejar el empleo de dulce (brutal en el caso que nos ocupa) mentiroso, el empleo de la escritura, porque se dio cuenta de que, sencillamente, ninguna forma vieja o antigua de componer, ningún arte o poesía tenía ni tendría nunca el poder de exorcizar el demonio que lo consumía, y que en realidad es lo único que quería.
Dejémonos de mitos: que tiene de razonable un razonable, estudiado y prolongado desarreglo de los sentidos, y otras idioteces para hacer películas taquilleras o de culto tipo Los Doors de Oliver stone, o Total Eclipse, de A. Holland??? (y ya que estamos, preferimos mil un veces la segunda).
Que tiene que ver la pose y la cultura “under” que trajo el arte y la poesía simbolista con la tradición chamánica, donde el desarreglo sensorial tiene su marco, su lugar, y su sitio?. Todas estas cosas no son sino las depravaciones de un occidente decadente y aburrido de si mismo , aunque la visión de Rimbaud fue esencialmente pura, vio lo que de degenerado había en la mascarilla estéril del hombre, y por eso decidió que había que implantarse verrugas!!! ...pero para volver a la belleza, y a la inocencia originales (no olvidemos que tenía 17 años: inocencia e inexperiencia en iguales dosis).
Rimbaud, como cualquier otro genio, vivió hasta el fin y la última consecuencia su delirio, pero lo hizo de una forma tan rápida, limpia, y eficiente, que hemos de agradecerle la verdad que su tránsito por los infiernos y paraísos de la mente nos trajo a nuestro aburrido y plano mundo.
Y la verdad, mas allá de las verdades de corte filosófico-poéticas de las que hizo uso, tipo yo es el otro (verdades que ya estaban medio cocidas, y que se sabían al dedillo dos mil años antes todos los adoradores de Baco, Cibeles, o Mitra, y la práctica totalidad de las tribus indígenas de la tierra) no fue sino esta: que la poesía y toda la grotesca y deprimente farándula artística que la rodea, esa porquería que se hace llamar arte moderno, solo sirve para cubrir la lepra de las viejas paredes.
Querían uds. el fruto de tres años de infiernos e iluminaciones sin término?. La gran y buscada Verdad?. Pues aquí esta. No hace falta ir mas lejos.
Y que conste que semejante blafemia e insulto no lo decía alguien que no amara la poesía, lo decía un poeta- no un rimista, o un cantor de versos- verdadero (uno de los pocos que ha habido sobre esta tierra). Lo decía un poeta verdadero que descubrió demasiado pronto lo que Nietzsche repetiría años después: que los poetas mienten demasiado.
Todos los poetas mienten, todos sin excepción, porque si no mintieran ya no serían poetas, serían barrenderos, o panaderos, o charcuteros, o sastres. Pero mienten de una forma tan deliciosa, sutil, y encantadora, que todos queremos que nos mientan, y que nos sigan mintiendo toda la vida, porque los poetas saben hacerlo, y lo hacen de una forma mil veces mas bella que los políticos, los jueces, los abogados, o los amantes.
Y no mienten porque ellos lo quieran... Mienten porque desean alcanzar La Verdad o la Belleza, sin pagar el precio que requiere. Y este precio no es otro mas que descubrir y aceptar que la poesía es solo un medio para alcanzar la otra orilla, y que cuando uno llega al otro lado, sencillamente tiene que quemar la barca, despedirse de ella con reverencia, agradecer la travesía, e irse.
Pero la maldición del artista, la cárcel del creador, es que se queda varado en sus propias creaciones, y termina por olvidar que sus creaciones son simplemente fantasías, nubes transitorias que por un momento nos reflejan la belleza que llevamos dentro.
Rimbaud se dio cuenta de esto, y su Gran Decencia (fue el poeta mas Decente de su tiempo) fue aceptar su “fracaso”, y cerrar la boca para siempre.
Y esta es su hazaña, aceptar su fracaso fue su gran triunfo. El vio lo que en la poesía y en el arte en general había de corrupto (en realidad vio lo que había de corrupto en el espíritu humano y en toda la sociedad, y lo encarnó sin miramientos para reflejárnoslo), y jugo con todas las formas posibles del lenguaje para regenerarlo, para devolverlo al Lenguaje Universal (ese Conocimiento Silencioso al que alude don Juan Mathus, por ejemplo), que ya fue hace milenios., y que sigue siendo, en el generoso pais del presente eterno. Y lo hizo hasta que se topó de bruces con el gran Maestro, con el vacío, con el Gran Silencio.
Y no fue el primero, Nagarjuna lo hizo mil y pico años antes, y lo hizo sin coste para su salud o su juicio, porque el entorno que le envolvía era una tradición encarada desde hacia siglos con el vacío como fundamento de todo lo que existe.
El Sufrimiento de Rimbaud no fue “su descubrimiento”, puesto que no descubrió nada nuevo. El Sufrimiento de Rimbaud fue que se sabía un alma salvaje y pura en medio de un horda de cilvilizadas fieras, y se sabia suficientemente bueno como para interpretar todas las formas posibles de embrutecimiento para zafarse del veneno de morir como un cordero: su sufrimiento fue elegir entre morir y dar muerte, así que opto por su supervivencia, como habría optado cualquiera.
La alquimia del verbo fue solo el símbolo de lo que esta salvaje interpretación supuso en su vida. Su vida de aventuras solo fue un pretexto para huir, huir de la pesadilla de haber tocado la verdad de la vida con las yemas de los dedos, y haber quitado las manos antes de ser devoradas por el fuego.
Sin embargo, una cosa le falto, a él que denunciaba y decapitaba la falsedad y la cobardía de los falsos artistas como si estuviese en la bolera, le faltó el valor, y ni todo el desarreglo de los sentidos, el desierto, el calor, y el cansancio del mundo le hicieron capaz de soltar y desprenderse de lo que tanto despreció, y que sin embargo fue siempre la fuente de su alimento: la decadente y vanidosa cultura en la que nació. Ni como poeta maldito, ni como traficante de armas o mercancías, se libró el advenedizo de la orgullosa herencia de su cultura.
Rimbaud fue un genio precoz, un verdadero superdotado, y como todos los niños precoces fue caprichoso, voluble, inmaduro, egocéntrico, y tirano...los psicólogos del inconsciente habrían o habrán escrito ya teorías y tesinas sobre su obsesiva relación con su madre, la ausencia de su padre, etc, etc...me da hasta curiosidad pensar que diría un B. Hellinger de las constelaciones familiares de nuestro mito.
Pero esto son solo notas a pie de página de su vida.
Si Rimbaud hubiese estado realmente interesado en hallar la Comprensión Suprema, La Gran Sabiduría, etc, etc... se habría hecho discípulo de un yogui, probablemente de la secta aghori, o se habría mezclado con la indigenia abisinia, etíope, egipcia, o simplemente se habría quedado en Francia contemplando la eternidad, no solo en el ocaso, sino en el ajetreo, incluso burgués, de todos los días.
Su obsesión por el oro, por hacerse una fortuna fue su forma de demostrar no solo su desprecio por su cultura natal, sino su pertenencia a la misma. Lo mismo habría dado que se hubiese dedicado a ser misionero y a evangelizar a los “pobres negritos”.
La alquimia del verbo le llevó cerca, muy cerca de la Verdad. Descubrió que la Verdad , y la Paz que le sigue , moraba mas allá del ámbito de las palabras, y aunque decidió callar, no tuvo el valor y el coraje de seguirla. No tuvo el valor de seguirla, pero encontró el valor de huir, de caminar, de burlar a sus fantasmas imposibles y sus soñados absolutos por medio mundo. No tuvo el valor de seguirla porque seguirla habría supuesto dejar de perseguir al fantasma de su padre, y echar raíces en algún sitio.
Se calló, no escribió un verso más, pero siguió conjurando fantasmagorías, que terminaron por consumirlo y convertirlo en un tullido.
Le faltó amar la verdad de su cuerpo, como amo la verdad de su espíritu. Siguió hasta el fin todos sus impulsos, consiguió pasar por el mundo como un cometa memorable y dejar una huella imborrable, pero no pudo o no quiso convertirse en un estrella desde la que alumbrar al mundo con su luz y su sabiduría.
Quizás era imposible.
Quizás su destino era vislumbrar al sabio en el que no pudo, o no quiso, convertirse. Quizás su destino era y siempre fue pasar de largo, y deleitarnos con la belleza de su paso, tan fugaz como terrible.
Quizás era ese su destino, o quizás, él quiso creer que ese era su destino.
O quizás, simplemente, todo esto le importaba un bledo, y solo intentó encontrar su lugar en el mundo, sin traicionarse demasiado a sí mismo.
Conjeturas.
No importa, esa fue su elección y su lección de vida, solo la suya, y nadie puede ni podrá jamás comprenderla, ni mucho menos juzgarla.
Lo importante es que vivió su vida como pudo, y su vida nos dejo inmensa belleza, belleza que nos arrojaba y nos arroja a un abismo (infierno o paraíso) de inocencia y pureza aun incorruptas.
Y sólo por eso hemos de estarle inmensamente agradecidos.
Agradecidos por haber sido un cometa, y de haber aguantado el terrible incendio y empuje de un cometa bajo una piel humana.
Por haber seguido su verdad, aunque su verdad estuviese contenida en el incesante peregrinar de un cometa, y no en la órbita de una estrella estable y duradera.
Pues este es el destino de los cometas, pasar de largo, y sembrar con su estela semillas de vida, traer cambios, creando o destruyendo, para que la vida no se estanque y pueda seguir su camino evolutivo.
Así que gracias y adiós, querido advenedizo.
Así que salgo del fnac con el corazón agradecido, despidiéndome internamente de uno de mis últimos y mayores mitos, sintiendo y comprendiendo mucho de mi vocación errante y vagabunda, y con la firme convicción de que prefiero encontrar la eternidad y acabar mis días pelando calabacines, dando masajes, u observando y admirando en silencio el arte de vivir y ser libres de las cosas que reconozco en Devi, que entre las dunas de uno de los muchos desiertos que existen , o en el camastro de un hospital, con o mis piernas destrozadas, y mi mente peor todavía.
Ya que deseo la paz y la felicidad verdaderas, se que es mi destino ser feliz y tener paz, puesto que el deseo es el destino.
Probablemente no las encontraré de la forma exótica y aventurera que había soñado, sino que me saldrán al paso, sonriéndome con una mueca burlesca por no haberlas reconocido antes, mientras yo, probablemente en la cocina, o en la bañera, asienta con la cabeza, mientras sigo preparando ese arroz con verduras que me sale tan rico, o embadurnándome todo el cuerpo de esa espuma en la que el sol se deshace en mil colores y matices indefinibles, que chisporrotean en todas las direcciones, y cuyas fosforescencias, que me gustan tanto, cambian y mueren bajo mis párpados.

martes, 23 de junio de 2009

Lastres.


Mi hija Zöe, a la que amo mas allá de cualquier expresión conocida o por conocer, nació hace cinco años en un pueblecito pesquero de Asturias llamado Lastres.
Nunca cogí el mensaje, el mensaje de que ya en esa altura, la vida me estaba pidiendo, y me ponía a huevo, por cierto, soltar todos mis lastres.
Lastres acumulados a lo largo de los años, lastres que tenían que ver no ya con la acumulación de bienes materiales, pues siempre he tenido poca cosa en mis manos, sino lastres, residuos emocionales y apegos mentales que no solo me hacían sufrir, sino que me impedían estar presente en los asuntos de mi vida cotidiana.
Pero no voy a bucear mas en el pasado, ya he escrito suficiente sobre esto, y no es esa mi intención.
El regalo de mi hija era, y sigue siendo, aligerar mi carga, mi inmenso fardo hecho de ideas preconcebidas, fijaciones, manías, y un ego a prueba de holocaustos espirituales.
Hoy, cinco años después, veo que aun sigo apegado a mis “lastres”. Lastres que tienen que ver con apegos y ambiciones que no se consuman nunca porque no son regalos, o adquisiciones reales, sino un codiciado botín que he ido acumulando a lo largo de años de ataques e incursiones en los tesoros de otros buscadores íntegros y honestos de los mundos del espíritu.
Mi vida de pirata, de pirata espiritual, comenzó el mismo día en el que deje de sentir una confianza sin límites por la vida, el mismo día en el que asumí como cierta la creencia de que para sobrevivir en el mundo uno había de pertrecharse con alguna clase de distinción, nombre o poder.
Las víctimas que han caído en mis manos no pueden contarse. Son innumerables. Víctimas de amor, que por amor murieron (y renacieron, he de añadir, en otros mares).
He devorado libros, toneladas de conocimiento, he coleccionado máscaras de todas las clases y formas posibles, he conocido todos los puertos, y en cada uno de ellos me han conocido con un nombre y un rostro distinto. He roto corazones, y he desollado almas vírgenes que ni siquiera sabían lo que les estaba pasando. He sido un bucanero infernal, un ladrón de almas, mil veces mas temible que cualquier pirata que ha surcado la historia de los mares. He sido un diablo, si, y mi tesoro personal ha sido mi propio infierno.
Y hoy, que mi barco ha varado en el puerto de la integridad, mi tesoro me consume, y las almas que profané me piden a gritos que les devuelva su virginidad, y como esto es imposible, no encuentro otra forma de redimirme mas que soltando todos los lastres, todo el oro y joyas bañadas en sangre, todo el conocimiento acumulado, que nunca fue mio, todos los manuscritos de poetas y cantores, todas las hazañas y conjuros de chamanes y brujos, que durante mis interminables viajes daban un alivio y una paz momentánea a mi alma.
Lo curioso es que ni siquiera me importa donde ha varado mi barco, a mí, que he visto y tocado con mis manos el legado de la Atlántida, de Lemuria, o cualquiera las colonias Hyperbóreas del pasado, que he soñado mundos y colores imposibles mirando el sol fundido con el mar (donde mi hermano Rimbaud encontró por fin la eternidad).
A mi, que he visto todos los futuros imaginables de esta tierra que heredamos, que la he visto convertida en una estrella azul y blanca, en la que cada ser lleva grabado a fuego su nombre en la frente... y también reducida a una nube de polvo cósmico que vuelve a la oscuridad.

A mi, que he visto lo que muchos no se han atrevido a soñar o concebir, me da igual el lugar y el tiempo donde ha varado mi barco.

A mi , que nada me importaba mas que yo mismo, me da igual lo que sea de mí.
Lo importante, lo esencial, es que mi barco, mi ego, por fin ha varado, y que solo existe una tierra capaz de vararlo, y esta se llama integridad.
Integridad de un cuerpo abandonado y torturado por mil abstenciones y precariedades, integridad de una mente llena de ideas y de sueños que no le pertenecen, integridad de un alma que se ha acostado con todos los demonios y diablesas que el hombre ha creado con sus miedos y negaciones, integridad de un espíritu al que nunca he encontrado porque siempre, siempre, he estado huyendo de él, sintiendo su aliento en la espalda, y aprovechándolo para henchir mis velas y navegar rumbo hacia el infinito, o lo que es lo mismo, hacia todas, y ninguna parte.

Ah, las mil fantasías y fantasmagorías de un ego empobrecido que intentó simplemente ser alguien, cuando sólo tenia que rendirse a las cuatro direcciones para serlo todo, en los tres tiempos, y en todas partes!!
Por eso, ahora que no me queda nada, ahora puedo ver que todos mis tesoros no son mas que eso: un lastre enorme que me ha impedido volar raudo hacia mi destino, y me ha hecho dar vueltas alrededor de un mundo viejo y decrépito que conozco de cabo a rabo. Que conozco ya demasiado bien.
El mundo que hay en mi propia mente, que me impide ver el mundo tal y como es.
Ay, que horrible pesadez, me entran escalofríos solo de recordar las muchas travesías en pos de imposibles que he hecho con el estómago de mi barco a reventar, porque nunca era suficiente. Solo hambre, y mas hambre, la peor de todas, el hambre de ser, el hambre de ser alguien y de creer que para ser hay que acumular tesoros de conocimiento, conquistas emocionales...
Ja!, yo que creía ser libre porque no tenia ni almacenaba, porque ni me procuraba y despreciaba los bienes materiales, porque andaba por ahí vestido de harapos, mientras otros piratas lucían en sus gruesos y grasientos cuellos cadenas de oro que les convertían en pueriles esclavos!. No me di cuenta que mis cadenas, que mis lastres eran y son mil veces mas pesados.
Que horrible pesadez recordar las horas pasadas en las bibliotecas y en los burdeles del alma, mientras fuera estallaban las iras del cielo y las cuarenta tempestades, tempestades que tenían y tienen el poder de herirnos en lo mas profundo de nuestra vanidad espiritual, y vaciar todos nuestros lastres.
Tempestades que son los heraldos del vacío, del vacío y la calma que siempre siguen a las tempestades.
Gracias al cielo, y al infierno también, la última tempestad fue tan fuerte y horrible, que no hubo refugio donde guarecerse, no hubo libro,ni sueño, ni recuerdo, ni carne, ni labios, ni piel, donde poder desaparecer.
Los rayos atravesaron el casco de mi barcaza, como si este fuese mantequilla, y lo dejaron como si fuese un queso de gruyere.
Y ahora, por estos agujeros, poco a poco, los tesoros vuelven al sitio que les pertenece, el mar se los lleva de vuelta a la nada mientras miramos, bajo el pálido ocaso, los restos del naufragio, mientras nuestro barco lentamente se convierte en una escultura fantasmagórica sacada de los cuentos infantiles.
Miramos como el oro y las perlas, los manuscritos y la sangre se lavan con los últimos rayos del sol chisporroteando en la espuma y la cresta de las olas, mientras nos preparamos para despedirnos para siempre, mi amigo invisible y yo, mi doble y mi sombra que me ha acompañado durante todos estos años, fiel e inseparable, como un perro sin amo.
Nos miramos por última vez porque hemos sido un lastre, el mas pesado lastre, el uno para el otro, porque hemos luchado sin tregua, y porque ha llegado la hora de la paz, de abrazarnos por primera y última vez.
A partir de ahora seremos uno solo ser, luz y sombra, día y noche, sol y mar fundidos en un mismo paisaje.
La eternidad, la eternidad revelada a si misma en cada amanecer y en cada ocaso.
La eternidad que se revela a si misma en cada instante.
La eternidad....
Nada mas hay que ver, el barco se hunde, y es para siempre!...

jueves, 18 de junio de 2009

Historia de un alquimista.


Mi nombre no importa, he tenido muchos.
Soy tan solo uno mas de esta raza de alquimistas que es la humanidad.
Como casi siempre ando absorto en consideraciones y abstracciones indefinibles, tengo la fea costumbre de pasar de largo ante el milagro de la vida.
Curiosamente, paso de largo mientras pienso en el misterio de la vida. En los infinitos por ques y preguntas que me atormentan noche y día.
No es culpa mía, mi mente crea, renueva y destruye mundos constantemente. Mundos que ni siquiera se hacen visibles.
Descendiente e hijo adoptivo de Orión, una parte de mi ser vive aun en el universo mental donde seres infinitamente bellos y resplandecientes crean con sus pensamientos mundos como este.
Llevo en mi sangre el legado de Lucifer, de Satanás , y de todos los ángeles caídos.
Y también llevo en mi sangre la semilla espiritual de los dioses creadores, de los ángeles de luz, del paraíso, y de todas las criaturas que existen.
Soy el entero universo, contenido en un cuerpo, en una mente, y en un alma inmortal.
Se porque estoy aquí.
A veces me olvido, o no lo quiero saber, pero se porque estoy aquí.
Estoy aquí para transmutar en mi cuerpo el dolor y la oscuridad de mis ancestros, almacenada en mi memoria celular, y convertirlos en luz pura. Cada ser humano que viene a este mundo es un ser altamente espiritual que ha tomado un cuerpo para realizar su labor alquímica.
La humanidad es la maestra del universo entero, y ángeles y demonios dependen de su labor alquímica para ser libres.
El legado de mi gente es el legado de la soberbia y el orgullo que fueron necesarios para traer la dualidad a este mundo. Por eso mi labor es liberar este orgullo a través de la humildad que significa aceptar mi condición de hombre, y rendirme ante el milagro de la vida.
Durante mucho, mucho tiempo he intentado volver al cielo, de todas las formas posibles.
Mis ancestros construyeron la torre de Babel por el mismo motivo.
Durante mucho tiempo he sido un maestro de oscuridad, para mucha gente.
Mi labor ha sido señalar hacia el dolor mas profundo, y llevarlo a la conciencia de la gente, a través de mi propio dolor.
Ahora que mi dolor se está disipando a través del amor, estoy cerca de poder ser un maestro de luz y oscuridad, o mejor dicho, de luz y oscuridad trascendidas.
He visto tantas y tantas cosas...
No hay nada que me escandalice, hace mucho, mucho tiempo que me reconocí tanto en el asesinado como en el asesino, en el violador, como en el violentado, en el maltratador, como en la víctima.
Hace mucho tiempo que me reconocí como el bien y como el mal.
Hace mucho tiempo que decidí serlo todo, sentirlo todo, para amarlo todo, y amándolo todo, ser libre.
Ser libre de la mente, del pensamiento, y poder tener acceso a una nueva luz espiritual, donde ya no hay mas fracturas, solo el milagro, la presencia amorosa y directa de la vida.
Conozco el dolor, el mas terrible de los dolores, el dolor espiritual, el dolor existencial que significa sentirse separado de la fuente de la vida.
Yo elegí separarme, elegí dejar la presencia del amor para poder experimentar mi propia individualidad, mi propia libertad, mi propio libre albedrío. El libre albedrío me permitió experimentar con mis propias creaciones, hasta que estas creaciones empezaron a generar un karma sobre mi propio espíritu.
Y esta elección me trajo el dolor, y una tristeza insondable e indescriptible.
El dolor y la soledad han sido mis maestros durante muchos milenios, muchos más de los que puedo recordar con mi mente.
Aun hoy, pesar de lo que se, o quizas por eso precisamente, me es dificil no identificarme con este dolor y esta tristeza.
Y nada de lo que puedo crear con mi mente pude hacer nada por aligerar esta carga.
He intentado crear mundos con mi mente, mundos a través de mi infinito poder de crear. Y no ha resultado, el dolor y la tristeza siguen ahi, esperando a ser transmutados.
Solo la vida tiene el poder de redimirme, y para que pueda redimirme necesito abandonarme al milagro de la vida. Estar presente y bendecir cada instante y cada cosa que tenga lugar.
Ser humilde, aunque sea consciente de ser, o de haber sido, uno de los resplandecientes.
Hoy, solo quiero sentirme vivo, es decir, experimentar a través de mi cuerpo el milagro de la vida.
Abandonar todo control, y confiar.
Y para eso no hay otra forma, no existe otro medio mas que aceptar el dolor que hay en mi cuerpo y en mi alma, en mi mente y en mi espíritu.
No quiero pasar de largo, no puedo permitirme perderme el milagro de la vida.
Veo como todos lo hacen y como lo hago yo también.
Veo como la mente crea guiones que seguimos , mientras nos desconectamos de lo que sentimos.
Pero estamos aquí para sentir, para abrir el corazón a la existencia, y transmutar la oscuridad en cada hálito que tomamos, en cada gesto que realizamos, en cada insignificante y más pequeño suspiro. Estamos aquí para ser libres, a través del cuerpo, y liberar con nuestra alquimia espiritual a millones de seres y de mundos.
Lo que se esta haciendo aqui, en la tierra, es un nuevo salto evolutivo, un salto sin precedentes del que dependen seres altamente evolucionados para seguir su camino hacia la Fuente suprema.
Por eso es tan importante cada gesto, cada pensamiento, cada palabra que decimos.
Somos los alquimistas del cosmos, y de nuestra alquimia partirá un nueva senda evolutiva por la que transitaran millones de mundos.
Este fue siempre el plan divino.
No hay ser humano que no este realizando en su interior esta labor alquímica. Ni la ama de casa, ni el pescadero, ni el revisor del metro, ni la prostituta. Todos están alquimizando la oscuridad contenida en el legado de su propia historia personal, honrando y liberando a todos sus ancestros. Todos somos seres espirituales realizando la alquimia del dolor que nos han legado nuestros ancestros.
Solo las almas mas evolucionadas y espirituales podrían haber asumido jugar el juego de la dualidad que aquí se ha jugado. Solo las mas evolucionadas podrían haber asumido la carga de la oscuridad, afrontar el desafío de vivir desconectado de la fuente suprema, y abrir un nuevo camino espiritual a través de la semilla que todos llevamos dentro, en lo mas profundo de nuestro corazón.
Yo, que he contemplado la creación y la destrucción de los mundos, que he sido llamado excelso y resplandeciente en miles de vidas, que he tenido bajo mi mando a legiones de ángeles, y de demonios, puedo decir que cada hombre y mujer que me cruzo es un héroe sin precedentes en la historia de la creación, solo porque ha decidido participar de la alquimia y asumir su rol en el juego de la dualidad, sea luminoso u oscuro.
Por eso, yo te honro y glorifico, humanidad, y me inclino ante la humildad y la sabiduría necesarias para llevar a acabo semejante labor.
Yo te honro en todos tus ancestros, y en todas tus generaciones futuras, y elijo amarte servirte , así como en otros tiempos elegí odiarte y destruirte.
Y así lo haré, hasta que mi karma de dolor se transmute en amor, y pueda ser libre.
Libre de aspirar cada fragancia, cada aroma, cada insignificante reducto del milagro de la vida.
Libre para fundirme con la fuente de la que vine.
Libre para amar y ser amado, y participar plenamente de nuevo en el banquete de la vida.

miércoles, 17 de junio de 2009

El punto sin retorno.


Llega una momento en la vida en el que uno decide vivirse, vivirse sin más ni más.
En realidad uno no decide nada. La vida le empuja, le jala, porque el alma ha vivido y experimentado tanto, con tantas cosas, y de tantos modos, que ya es imposible identificarse con nada, con nada más que con la misma vida.
En este punto, en este punto exacto, que no es un punto, sino el centro del agujero negro que conduce al infinito, se deponen todas las máscaras, todos los miedos, todos los juicios.
Dios se quita una de sus máscaras, y nos muestra su cara de demonio, y el demonio se quita la suya, y muestra la belleza de su rostro divino.
No queda nada ya por defender, ningún punto de vista. Todas las perspectivas son válidas, porque todas son ilusorias y a la par, reales.
Todo es cierto y a la vez mentira, nada existe aislado de nada, todo está comunicado, por eso todo es verdad.
Y aunque uno se esfuerce por tomar partido, resulta imposible. Uno ya no puede jugar a vaqueros e indios, a jedis y darth vaders, a demonios y a ángeles.
Uno cierra los ojos, y siente correr por su sangre todo el legado de la humanidad, el legado de la luz y de la oscuridad, de la tierra y de la sangre, de lo divino y de lo demoníaco, de los minerales, de las plantas y de los animales, de los sirios, de los pleyadianos, de los reptilianos y de los annunaki. Toda la historia de la humanidad y del cosmos, con sus batallas, y épocas de paz, con sus mundos iluminados o rebelados, en caos o en paz , fluyen y laten en cada una de nuestras células.
Así que uno ya no puede nombrar nada, ni siquiera puede dividir su totalidad diciendo Yo Soy Todo. Con un Yo Soy, tan sólo un Yo Soy, es bastante.
Este es el punto sin retorno, punto infinito y eterno que siempre ha estado, en el que uno se reconoce a sí mismo como Eso que viene desde siempre y se va por todas partes.
Uno Es, simplemente y sencillamente Es, y se la trae muy floja cual sea el adjetivo que le siga: bueno, malo, negro, blanco, oscuro o iluminado.
Uno es con el soplo del aire, con el aroma de la rosa, con el parloteo de la vecina, con la bronca de los que persisten en estar juntos aunque ya no se sienten enamorados, con el beso de los amantes, con el trinar de los pájaros, con el barullo del trafico, con el olor a tierra mojada, con la ira de los chicos pobres del barrio, y con la mirada jactanciosa del pendejo que cruza en su descapotable a 100 kms. por hora el paso de cebra que hay frente a tu casa.
Uno es tanto el ego como el Ser, la guerra como la paz del alma, el arcoiris como el ojo rayado de la anaconda.
Uno es el cuerno de Satanás como la corona del arcángel Miguel.
Uno es el maestro y el aprendiz, el alfarero y la humilde vasija de barro.
Esto, la muerte del yo, es el punto sin retorno que conduce a la libertad absoluta y total, porque ya no es posible rechazar nada, y por lo tanto, tampoco es posible apegarse a nada.
Este es el punto donde todas las dimensiones de la conciencia convergen, y a la vez, desaparecen tragadas por la boca insaciable de un vacío absoluto e innombrable.
Este es el punto en el que uno abandona para siempre la auto-importancia, las dependencias, los cuelgues emocionales, las pájaras mentales, porque nada es mas importante que nada.
La libertad total reside en la presencia, sólo en la presencia que fluye sin resistirse con la verdad de cada instante. La libertad no tiene nada que ver con estar aquí o allá, o poder moverse, decir o hacer lo que a uno le viene en gana. Estas son libertades relativas, necesarias par crear la ilusión de elegir una cosa antes que otra.
El ser humano solo es libre cuando ya no espera nada, no quiere nada, y al no esperar ni querer nada, lo tiene todo, y puede hacer cualquier cosa, porque todas las cosas fluyen por su sangre.
El ser humano solo es libre cuando se reconoce como todo, y cuando se reconoce como todo, ya nada puede sacarlo de su centro, porque su centro se encuentra en todas partes y en ninguna a la vez.
Asi que nada de historias que dividen la experiencia de ser en dos, en tres, en cuatro, o en cien la totalidad que somos. Nada de culebrones viejos o desfasados. Es necesario comprender, y todos los haremos tarde o temprano, que el espíritu no está arriba ni la materia abajo, que la luz no es buena ni la oscuridad es mala, que nadie tiene el poder de quitarnos ni un solo átomo de la totalidad que somos. A no ser que se lo entreguemos voluntariamente para aprender algo y poder reconocernos nuevamente en el espejo que hemos creado. Cada relación es un espejo que nos refleja hasta que punto estamos integrados o somos totales y fragmentados. Este es el único propósito, nada de medias naranjas.
Somos el entero cosmos, con sus tres tiempos y sus siete direcciones del espacio, con sus infinitos mundos y seres, con sus infinitas y nuevas posibilidades. Somos lo viejo tanto como lo nuevo, el futuro como el pasado, y lo somos porque lo que somos reside en el instante eterno, que existe desde siempre, que viene desde siempre y se por por todas partes.
Musho toku. No hay nada que obtener. Abandonar toda esperanza, todo recuerdo, y ser libres para siempre. No hay nada de lo que liberarse. El sufrimiento es solo una ilusión creada por nuestro poder para aprender a ser libres y totales.
Cuando uno se reconoce como lo que es, cuando uno deja de luchar contra el dolor, el placer, la ira, la excitación, el deseo, o al auto-compasión, uno se libera de esas proyecciones momentáneas.
No hay nada, absolutamente nada que tenga el poder de aprisionarnos, a no ser que consintamos en ello voluntariamente.
Cuando la lección de la limitación, cuando la ilusión del karma no nos aporrta mas aprendizaje, deja de ser necesaria. El sufrimiento deja de ser necesario, y uno puede disfrutar del dolor y del placer, de la luz y la oscuridad, y de los infinitos matices que hay entre ellos sin identificarse.
El punto sin retorno es la puerta al Ser, y siempre nos espera en aquel lugar del que mas nos escondemos, y con mas fuerza negamos. El agujero negro que todos llevamos dentro, en algún lugar de nuestro cuerpo y de nuestra alma, y que nos habla a través del dolor hasta que le concedemos nuestra atención, y nos sentamos a conversar con él.
El punto sin retorno es el remolino que vemos en el río, los ojos del lobo que asoman de la cueva donde hemos depositado todas las cosas que nos han asustado. El punto sin retorno es nuestro más íntimo y profundo dolor, dolor que encubre nuestro más profundo miedo, miedo que encubre nuestro mas profundo amor, y anhelo de ser totales.
Anhelo de ser completamente íntegros, libres auténticos, conscientes de nuestras infinitas posibilidades.
El punto sin retorno es el portal dimensional mas temido, porque hay que morir para pasar al otro lado.
¿ Y que hay al otro lado?
Tan solo la vida, sí, pero una vida total que se experimenta sin filtros, sin juicios, sin proyecciones mentales y emocionales.
Tan solo la vida, la vida tal cual. La vida en esencia, sentida y saboreada hasta el último detalle, con cada latido y pulso de nuestra sangre.
Tan solo la vida, ¿acaso no es suficiente?
¿Que mejor regalo que poder vivir ligero y en paz, aceptándolo todo, siéndolo todo?
Ningún precio es demasiado alto, ni siquiera la muerte, porque la vida es todo lo que existe, todo lo que existió y existirá siempre.
Vida por doquier. Vida misteriosa e insondable.
Vida eterna e ilimitada que es el regalo que Dios nos ha dado, que nos da con cada hálito.
Tan solo la vida, la vida, no más.

lunes, 15 de junio de 2009

Espacio, tiempo y dualidad (segunda parte).


Escribo una segunda parte de la trilogía de la dualidad a la unidad porque la mejor de mis críticos, cuyo nombre me voy a reservar, me ha hecho notar que el primer artículo resultaba demasiado intelectual, demasiado alejado de la realidad de la gente.
Esto me da la oportunidad no solo de profundizar en el asunto, sino de revisar mis propias concepciones al respecto.
La única forma de ceñirse a la simplicidad es tomar un ejemplo que parezca real, aunque sea ficticio, y desde allí intentar explicar cual es la relación que percibo, cuyo fundamento es mas estable que cualquiera de los matrimonios que conozco, entre la unidad y la dualidad.
Tomemos por ejemplo el caso de un empresario de éxito.
Este empresario, de nombre Paco Lopez, por ejemplo, se dedica por entero a su actividad, es decir, cumple con su rol de hacer negocios lo mejor que puede, y para él, las cosas tienen un orden indiscutible que viene dado por leyes externas, que ni siquiera se ha tomado el tiempo de cuestionar.
Retrocedamos un poco en el tiempo y fantaseemos con la historia personal de este hombre de negocios. Pongamos que su padre y su abuelo también eran empresarios, y que, a grandes rasgos, siguió la tradición familiar. De niño a Paco le gustaba jugar al monopoly, y con los amigos siempre estaba comprando o vendiendo cromos, sugus, o fotos de tías desnudas. Con el tiempo, sus juguetes se convirtieron en realidad, y los cromos, las chapas y los caramelos se convirtieron en acciones, créditos, y préstamos.
Ahora volvamos al presente. De vez en cuando Paco solicita los servicios de una acompañante de lujo. No es que lo necesite, porque es bien parecido, y está forrado de dinero, sino porque puede ir al grano, y se ahorra muchas complicaciones y quebraderos de cabeza. Un dia, en uno de esos servicios, conoce a una chica, una chica bellísima, que resulta ser lo opuesto a él, no sigue las normas y hace lo que quiere. Se la lleva a un hotel, y en el transcurso de su corta e intensa relación profesional, se enamora de ella. El hombre, acostumbrado a mandar, que se creía muy libre, muy fashion, muy guapo, muy lo mas de lo más, descubre en un solo parpadeo, que es simplemente un esclavo del dinero y de las apariencias, ademas de un impotente, y pierde el poco poder personal que creía tener en solo una noche.
Y así, tras su primer e inolvidable encuentro con nuestra heroina, descendiente de un linaje real e interrupto de prostitutas sagradas, hace todo lo que puede para volver a verla, pero cuantas más citas tiene con ella, menos sentido empieza a tener su mundo perfecto e ideal, hecho de ilusiones de plástico y papel moneda. Poco a poco, nuestro Paco se va dando cuenta de que vive en una jaula de oro, y empieza a albergar deseos de conocer lo que hay fuera de ella.
Conforme conoce, pongamos a Maria, y su historia personal, mas se da cuenta no solo de lo limitada y lúgubre que era su jaula, sino su visión de la realidad.
Así que para airearse y de paso estar con ella, la invita a un viaje de un mes con todo los gastos pagados, a donde quiera.
Cierra una par de negocios, organiza las cosas hasta su vuelta, y se van de viaje a India, por ejemplo.
En el viaje conocen personajes de lo mas variopinto, cada uno con su historia personal, y Paco empieza a darse cuenta, más porque nunca había tenido, o se había concedido, tiempo siquiera para plantearse el tema, de que la mayor parte de la gente vive un rol aprehendido por costumbre, hábito, o por la misma necesidad de supervivencia, y que este rol poco o nada tiene que ver con quien es en realidad.
Un dia se topan con una chica española, Pilar, que les habla de una cosa llamada diksha, de Amma, Baghavan, y de la Unidad.
Al principio el concepto de la Unidad les suena a chino, asi que van a la Onenees University y deciden probar que diablos es eso de la diksha. Tras unas cuantas sesiones de diksha empiezan a sentirse transformados, y es tan fuerte la transformación que experimentan, que deciden prolongar su estancia tres semanas mas, y hacer el proceso. Tras el proceso vuelven a España, donde Paco vende todas sus empresas, y se decide a estudiar filosofia y antropología, practicar yoga, impartir diksha, y hacer distintos cursos de desarrollo personal. María, a su vez, siente la necesidad de hacer un voluntariado con mujeres de la calle, y abrir un centro de rehabilitación social para mujeres abandonadas o sin recursos, etc, etc...
Ambos deciden irse a vivir juntos, asi que se aman, se miran a los ojos, se hablan, se escuchan, y se reconocen dia tras dia de convivencia.
Con el tiempo siguen viajando, y aprendiendo. Paco se doctora en filosofía y antropología (cosa que al final descubre que tampoco sirve para mucho) y se especializa en religiones orientales, y en tradiciones espirituales indígenas. Desde allí, y a través de su viajes, contacta con distintas tradiciones sagradas y maestros, y empieza a comprender el sentido de la realidad. Tras distintas experiencias con plantas sagradas, y convivencias con gurues y chamanes de toda laya, va recapitulando su propia vida, deprendiéndose de los roles aprendidos desde su más tierna infancia. María, a su vez, también siente la necesidad de profundizar en su historia personal y contactar con su parte mas íntima, de modo que empieza a trabajar con el arquetipo de la diosa en grupos de trabajo interno y de mujeres. Ambos conocen la tradición tántrica, que empiezan a practicar en su relación personal, y esto resulta aun mas sanador y completo que sus propios caminos individuales de realización personal.
Llegados a un punto ya están en condiciones de sentir y encarnar la unidad, gracias a la dualidad, y a la particular idiosincrasia de su propia historia personal, y con el tiempo y la constancia, se convierten en algo así como una pareja iluminada, que constituye un ejemplo e inspiración para los demás.
Fin de la historia.
Y todo esto, gracias al espacio, al tiempo , y sobre todo, a la dualidad. La dualidad que es la ilusión de separación de la que partimos y en la que vivimos prácticamente todo el tiempo.
Este ejemplo podría aplicarse a cualquier ser humano que desde el estado de separación inconsciente diese un paso hacia la unidad consciente, que es la meta y el propósito de la humanidad.
Todos, en algún momento de nuestra infancia, y antes aun, durante la vida fetal, gozamos de un estado de unidad, pero una unidad inconsciente. Este es el por que cada hombre y mujer ha de abandonar el paraíso terrenal o el jardin del edén que constituye la primera infancia (aunque hay infancias que duran menos que otras, y algunas que no duran nada en absoluto), y entablar sus primeros pasos hacia la consecucíon de la consciencia, a traves de la ilusión del ego y de la separatividad.
El proceso de individuación que supone el crecimiento y desarrollo del ego y de la personalidad, no solo es un mal necesario, sino un bien absolutamente indispensable para llegar al estado de unidad trascendente, es decir, para la realización como ser trascendente. Y esto es así, porque la misma divinidad se halla en un proceso de individuación y fusión constante, es decir, de salida y de regreso de si misma.
La suprema divinidad, el Para-Brahma al que se refiere el primer verso del moola mantra, es una Unidad Inconsciente que necesita crear tiempo y espacio para evolucionar, y reconocerse como tal. Y para eso se proyecta a través del pensamiento. El pensamiento es la proyección de la conciencia sobre una pantalla, y esta pantalla es el espacio, o el vacío donde tiene lugar el movimiento, el drama. O en otra palabra, el tiempo.
Por eso el espacio crea el tiempo, porque hace posible la proyección de la consciencia fuera de si misma en un objeto, que le sirve de reflejo , para reconocerse a sí misma.
Y eso, en definitiva, es lo que es la personalidad, un objeto holográfico proyectado por la consciencia para reconocerse a sí misma.
Y eso, en definitiva, es lo que es nuestro cuerpo, el mundo, la humanidad, y el entero universo: una proyección holográfica de la conciencia donde reconocerse a si misma, para recrearse a sí misma a través del espacio y evolucionar a traves el tiempo.
Toda nuestra historia personal, toda la historia de las civilizaciones de la tierra, toda la historia del cosmos desde el big-bang, no es más que un pensamiento, porque esto fue, es y será el Big-Bang, un pensamiento, el primer y último pensamiento. El pensamiento de Yo Soy, que explodió en una manifestación sin precedentes, una explosión que tiene lugar cada vez que la conciencia se reconoce a si misma en cualquier reflejo, y vuelve a reconocerse como Yo Soy.
El pensamiento crea, y el espacio, o el vacío, permite su manifestación en infinitas formas de conciencia.
El espacio es la matriz donde tiene lugar el movimiento, y este movimiento crea el tiempo. Nuestra percepción del tiempo se basa siempre en nuestra percepción del movimiento, del movimiento del sol, de los planetas y de las estrellas. Sin movimiento no hay tiempo, y por eso es posible parar el tiempo, al parar el movimiento.
Eso es lo que hacemos en la meditación, parar el tiempo al parar el movimiento. No sólo el externo, sino el interno. Cuando el flujo del pensamiento, que es la proyección natural de la consciencia creando incesantemente formas de expresión, cesa, también cesa el tiempo, porque tiempo es movimiento. Entonces nos fundimos en el espacio sin límites y sin forma, que es la forma primigenia de la conciencia, y si vamos mas allá, incluso trascendemos el espacio infinito, y nos volvemos pura consciencia, sin espacio ni tiempo ni forma, presente y eterna.
Esta consciencia pura, o estado de unidad trascendente es el Sat-Chit-Ananda que a su vez asume e integra todas las formas posibles de conciencia.
El mundo, y el yo que lo percibe, el maya del que hablan los yoguis, ni es real ni es una ilusión. Por eso es real y es una ilusión al mismo tiempo. Es un ilusión en el sentido de que es sólo una proyección holográfica de la conciencia pura , una de las infinitas que existen. Es real por la misma razón, porque al ser una proyección holográfica de la conciencia, es consciencia, que en último término es lo único real, lo único que existe. Pero como existe en infinitas formas y dimensiones de expresión, estas también son reales. Las sensaciones, las emociones y los pensamientos que nos producen la constante e incesante interacción con el mundo son reales en cuanto a que son expresiones de una misma consciencia. Pero a la vez son meramente una ilusión, pero una ilusión capaz de hacernos prisioneros de ella hasta que la reconocemos como lo que es, una proyección de nuestra propia consciencia.
El otro o lo otro, cualquiera que sea el objeto que crea el pensamiento de separación, es solo un reflejo de nuestra consciencia, como lo es nuestro propio cuerpo.
En realidad, no hay ningún yo viviendo en un planeta redondo que da vueltas alrededor del sol.
No hay ninguna galaxia, ni universo, ni evolucion a traves de ellos. Eso es solo un sueño creado por la conciencia para experimentar consigo misma. En realidad no hay ninguna persona o humanidad que evoluciona, es todo una ilusión holográfica creada por la consciencia divina para poder tener la experiencia de crear en el espacio y evolucionar en el tiempo.
Cuando nos reconocemos como esta consciencia es como si se terminara una vieja película que llevara años, siglos, miles de años emitiéndose. Es la película y el drama que nos legaron nuestros ancestros, y antes que estos nuestros dioses creadores y hermanos de las estrellas, y que portamos en el interior de nuestras células. Nuestra contribución al drama universal es o bien seguir con este guión cultural-social-personal pre-establecido, o bien cambiar el guión, y ser libres de todo condicionamiento para crear un guión completamente nuevo, que aporte nuevas posibilidades de manifestación y existencia a la consciencia. Estamos aquí para crear y manifestar en la materia nuevas formas de expresión de la consciencia, pero para eso, hemos de reconocernos antes como lo que somos en realidad, consciencia. Una vez que sabemos esto, podemos participar conscientemente, al igual que antes lo hacíamos inconscientemente, en el proceso de creación, o bien mantenernos en un estado de contemplación y presencia, disfrutando de la película, cualquiera que sea que la consciencia manifieste en ese momento.
Volviendo al ejemplo de Paco y María. O de Amma y Baghavan.
Desde el punto de vista de la dualidad, de la separación, son y serán una pareja como las demás.
Desde el punto de vista de la unidad, ambos son dos sueños que la consciencia unitaria utiliza para dividirse a si misma en una polaridad que incesantemente se busca hasta fundirse y regresar a si misma, pero enriquecida por la experiencia acumulada o soñada en esta separación. Y como Paco y María, lo mismo podría decirse de todos los opuestos o complementarios del mundo, empezando por el bien y el mal, la luz y la oscuridad, Jesus y Satanás.
Dios, o la Unidad, es tanto el bien como el mal, la luz como la oscuridad, lo masculino como lo femenino, y solo podemos realizarlo al abrazar la dualidad completamente, hasta que ambos extremos se fundan en uno. Todas las cosas del mundo, absolutamente todo lo que existe es el sueño eterno de un Ser que lo asume todo, porque Es Todo lo que Existe.
Y en esto radica el misterio de la Unidad, en que somos un solo Ser que se sueña a si mismo como muchos, que a su vez sueñan sus propias vidas, como si estas fuesen realidad.
Despertar, o volver a la Unidad, es cuando alguno de estos muchos despierta del sueño con el que se sueña a si mismo, y descubre el Ser que es en realidad, mas allá de su sueño personal, uniéndose voluntariamente al sueño colectivo de un Ser que eternamente se busca, se pierde, y se encuentra a si mismo, dentro y fuera de si mismo.

miércoles, 3 de junio de 2009

Dualidad, Unidad y Totalidad. Su función en el proceso creativo.


Ríos y ríos de tinta se han escrito sobre estos conceptos, y sin embargo la esencia de lo que la dualidad implica se nos escapa. Same the same sucede con la unidad y la totalidad.
Hace bien poco he tenido un poco amigable cambio de impresiones con un hermano del alma, por la única y bendita razón de aceptar mi dualidad, mi danza privada dentro de ese baile eterno y cósmico que interpretan la luz y la oscuridad.
Pero empecemos desde el principio: Que es la dualidad? Que es la unidad? Pueden definirse? Existe alguna posibilidad de sentir, o comprender internamente (ya que esto es el sentir) lo que significan, mas allá de una percepción intelectual?
Desde la mente dual, o discriminativa, que es la que usamos para el raciocinio, tanto la dualidad como la unidad son conceptos relativos, y en cuanto que relativos, según rezan los principios de la lógica budista, no pueden tener existencia propia.
Esto es relativamente sencillo de entender, no puede haber una unidad si no hay previamente una multiplicidad en base a la cual se cree la unidad. De igual modo no puede haber una dualidad si no existe previamente una unidad de que la dualidad se haya excindido. Pues bien, este es precisamente el juego intelectual de cadenas relativas sin fin que queremos evitar, porque nos impide llegara a una comprensión profunda, no de lo que es la dualidad y la unidad, que son meramente conceptos, sino de lo que significan, que es lo que realmente nos interesa en la vida.
El significado interno, o sentir, de la dualidad es la separación, porque el sentimiento inherente que crea la dualidad es la separación entre elementos aparentemente opuestos e irreconciliables. Así todos los pares de opuestos: blanco-negro, luz-oscuridad, noche- dia, dualidad-unidad, la lista es interminable.
Este modo de ver las cosas, dividiéndolas en opuestos, es el subproducto de un implante o programa mental que todos llevamos en el cerebro, fruto de la ilusión de la separación.
Si vamos un paso mas allá de esta ilusión, veremos que la existencia misma de los opuestos se basa en la existencia de su contrario, es decir, que es la noche lo que define al día, la luz a la oscuridad, el blanco al negro, y viceversa, así con cualquier opuesto que imaginemos.
Llegados a este nivel, la dualidad de los opuestos, sean cuales sean, queda trascendida, y entramos en el terreno de la polaridad, que ya no se define por dos polos opuestos, sino complementarios.
Esta, la polaridad, es la fuente de todo movimiento, movimiento que se produce cuando la energía se desplaza de un polo a otro del espectro de la consciencia, sea al nivel que sea, físico, emocional, o mental. No hablamos aquí del espectro espiritual, porque aquí incluso la misma polaridad es trascendida.
Los polos son complementarios porque se definen mutuamente, y porque cada uno le da la existencia al otro. La energía, o la emoción, es el movimiento de la consciencia de un polo a otro del espectro de su propia manfestación, en busca de la Unidad, es decir, en busca de si misma. La ley que rige este movimiento es la ley de la atracción o al ley del amor, cuyo único objeto es lograr que todas las cosas confluyan en todas las cosas y se reconozcan a si mismas como una sola. Es decir, que el amor es la consciencia que sale de si misma y vuelve a a sí misma, y se reconoce como tal, a traves de cualquier espejo.
Pero volvamos al conflicto dualidad (o polaridad) vs unidad.
Mucho podría decirse de las implicaciones de la polaridad en nuestra realidad, de como es necesaria para el proceso creativo. El proceso de crear necesita de la ilusión de la separación como base para crear cualquier realidad. Por eso la primera creación es siempre la ilusión de la separación, la dualidad (ahora polaridad) para que la energía creativa pueda circular de un polo a otro del espectro de la consciencia.
En términos mas simples podemos decir que si Dios, o la Suprema Unidad, no se hubiese separado de sí mismo a través de la ilusión de la dualidad, el retorno a la Unidad, o el mismo Amor, no sería posible. Desde un punto de vista mas complejo, o místico, sin la ilusión de la dualidad, sin la separación, la Unidad no podría tener consciencia de si misma, porque la consciencia necesita siempre de un objeto de la que ser consciente, aunque sea si mismo, y aquí, todavía, hay dualidad.
Esto puede parecer complicado, pero no puede ser mas sencillo.
La Unidad Primigenia de la que hablan todos los mitos no podía, ni puede, ni podrá ser nunca auto-consciente, porque para ser consciente de sí misma sería necesaria una división: por un lado el estado de unidad, y por otro lado la consciencia de unidad. La Unidad Primigenia es de por sí un estado inconsciente, de inconsciencia absoluta y de entrega total, y su correlato consciente, al otro lado del espectro, es la Presencia Absoluta, la Consciencia Cósmica, o el Testigo Universal.
Esta es la dualidad primordial en la que se separa la Unidad: Presencia y Entrega, o Sueño y Vigilia.
Todos nosotros atravesamos todas las fases y espectros de la consciencia, desde la Unidad Primordial que se da en el sueño profundo, donde ni siquiera hay un recuerdo de haber soñado, siquiera de un soñador, hasta el estado de presencia lúcida, en la que presenciamos la realidad como parte de nosotros mismos, pero desde una consciencia despierta y atenta, pasando por el sueños con sueños, y estado de vigilia convencional o racional.
Y todos nosotros, lo sepamos o no, estamos tal iluminados como oscurecidos, habiendo de realizar este viaje de la unidad inconsciente a la unidad consciente no sólo de una forma espontánea y natural, como lo hacemos cada dia, sino consciente y lúcidamente a lo largo de un proceso de despejamiento que puede durar toda la vida o a veces, en algunos casos excepcionales, apenas un guiño.
La unidad, como estado de unión con todas las cosas, presupone la existencia de muchos, de la multiplicidad. Lo mismo pasa con la dualidad, que es una forma de reestructurar y separar de una forma más simple la multiplicidad y complejidad de la Creación.
Ambos dos, unidad o dualidad, son dos marcos que pretenden encerrar dentro de sus limites a la multiplicidad. El universo es múltiple, la consciencia es múltiple, y también lo es el Dios/Diosa Todo lo que existe.
Todos, o casi todos, hemos sido educados en la creencia de una creación múltiple que viene de un Dios Creador. El Uno como preexistencia, o auto-existencia, se supone anterior y no simultáneo a lo múltiple. Y sin embargo, todo en la vida, tanto en los mundos interiores como exteriores, densos como sutiles, habla de multiplicidad. La unidad es un estado de ser en el que estamos conectados con el todo, en el que somos ese todo, pero en el que seguimos siendo todo, no Uno. Somos Uno en el sentido de estar interconectados, de sentirnos parte y la vez todo, de una entidad o consciencia mucho mayor. El uno, como el dos, el tres o el cuatro, es un concepto mental. Sin embargo, el significado, el sentimiento de la unidad es real, al igual que lo es el sentimiento de separación o la dualidad que posibilita la expresión de la unidad en la dualidad. Ambos son igualmente válidos y sagrados, y ambos, unidad, y dualidad, son fruto del pensamiento creador.
El pensamiento crea el espacio necesario para crear y el tiempo necesario para evolucionar. Sin tiempo la evolución seria imposible, y sin espacio la creación no tendría lugar. Por lo tanto, la separación, la dualidad, es fruto de la voluntad divina, es la expresión de su pensamiento divino, al igual que lo es el reconocimiento o la integración de la unidad.
La unidad primigenia o inconsciente se separa de si misma solo con el objeto de poder reconocerse en el otro, en los otros.
Por que?
Para volverse auto-consciente, porque en este reconocimiento encuentra su propia identidad, una identidad que evoluciona con su propia creación, a través de sus propias creaciones. El único propósito de la creación, de la evolución, es la expansión de la consciencia, o dicho de otro modo, que la unidad inconsciente se vuelva auto-consciente. Y para que este reconocimiento tenga lugar, es necesario la ilusión de la separación, la aventura de crear en el espacio y evolucionar en el tiempo.
Esto es, grosso modo, lo que viene a decirnos Martin Heiddeger en su obra el Ser y el Tiempo.
Dios no es solo el Alfa y el Omega de la Creación, no es solo el Principio, o el Creador, sino la misma creación creando nuevas formas de pensamiento y de conciencia. Dios es la posibilidad pura que se reconoce a si misma cuando esta se crea y se materializa. Dios es el vacío creador, que alberga las infinitas posibilidades de la creación.
Desde el punto de vista del creador, no hay cualquier diferencia entre unidad y dualidad, al igual que no la hay entre la luz y la oscuridad, el bien o el mal, porque todo es útil y sirve al proceso creativo, todo trabaja para este reconocimiento, que es el sentido, el thelos y el fin de la existencia.
La unidad, la dualidad, la polaridad, son solo pensamientos, nada de esto existe por si mismo, solo existe el sentimiento, que es siempre real, de estar unido o separado, y el vacío donde todas estas opciones, u otras muchas, puesto que la multiplicidad es infinita, son posibles.
La multiplicidad es la manifestación visible o sensible del infinito de posibilidad, y este infinito es lo que llamamos Dios, aunque su verdadero nombre es vacío, porque ningún nombre, ni unidad, ni ningún otro, puede definirlo.
Rilke decía que no era Dios el que nos había creado a nosotros sino nosotros los que creábamos a Dios a través de nuestro potencial creativo, puesto que Dios es la creación pura.
Harry Haller, el desgarrado y fascinante protagonista de la novela de H.Hesse, el lobo estepario, sufrió de la dualidad con la que él mismo había cercenado y limitado la multiplicidad de su alma, hasta que fue capaz de aceptarse a si mismo, no como el lobo estepario VS Harry Haller, sino como la multiplicidad de un alma sublime y compleja en el que cabían todas las formas posibles, bellas, monstruosas, demoniacas o divinas, de expresión.
Solo al aceptar su multiplicidad, no su unidad o dualidad, sino su multiplicidad, como su verdadera naturaleza, su espíritu consiguió la paz, y pudo fluir con la vida.
Lo mismo pasa con otros protagonista de otras novelas hessianas, como Sidharta, Goldmundo, o Emil Sinclair, personajes torturados por la dualidad que solo trascienden en la aceptación de la multiplicidad e infinitud de su alma.
Y lo mismo sucede en el interior de cada ser humano, en el que se libra una particular batalla consigo mismo, hasta que logra reconocerse como totalidad, trascendiendo la dualidad, e incluso, la misma unidad, porque mientras la dualidad habla de ser dos, y la unidad de ser uno, la totalidad habla de ser todo en todo, es decir, ninguno.