
Ayer tuve una catarsis interior por una inocente frasecita que encontré en el blog de Soledad..
“La eternidad está enamorada de las producciones del tiempo”...
Lo prudente habría sido quedarse allí, y dejarme empapar por lo que para mi significaba la frase elegida, y el texto entero, pero desafortunadamente, y para variar, no pude contener el impulso de dar mi opinión al respecto.
Dado que, parafraseando a R. Bach, buscamos los problemas para encontrar sus dones, doy por bien empleado el desencuentro.
Y me confino, voluntariamente, a mi propio espacio personal para tratar lo mas brevemente posible este asunto.
Todos vamos por ahí con la cabeza llena de creencias, proyectándolas en el espejo de la realidad, que nos las devuelve literal y fielmente, como todos los espejos. Al ver las creencias que nos devuelve la realidad podemos reconocerlas como nuestras o entablar una batalla sin cuartel en el bien de nuestras creencias contra las creencias de los demás.
Esta lucha puede ser especialmente despiadada en el caso de las proyecciones espirituales. Hay toda una serie de creencias y prejuicios al uso, o mas bien al desuso, que la persona espiritual hereda de las tradiciones e incluso de algunos llamados maestros. Como está en el camino espiritual, apenas si se cuestiona, por ejemplo, que el lenguaje que está usando esta hecho de un montón de creencias preconcebidas que no tienen que ver un carajo con la realidad, que por supuesto, esta libre de creencias.
Un uso arbitrario del lenguaje espiritual al uso y al desuso, es dividir la realidad en eternidad y tiempo.
Eternidad y tiempo son dos conceptos que la mente usa para intentar agarrar el carácter inaprensible de la realidad. La mente se imagina la eternidad en sus propios términos, y opuesta necesariamente al tiempo.
En la frase, la eternidad esta enamorada de las producciones del tiempo hay sofismas por todas partes. La frase entera es un sofisma de principio a fin. Hermosa, como Ofelia, pero más muerta que ella.
La costumbre de humanizar la realidad espiritual, como hacia la mitología griega sigue vigente en “nuestro tiempo”. Así, la eternidad, el cielo, la tierra, el tiempo, son dioses que se ponen en un mismo saco. La diosa eternidad, de la cual no tengo constancia si existía en la mitología griega, se enamora de las producciones del dios Cronos, el macho dominante que devoraba a sus hijos.
Todo nuestro consciente y parte del inconsciente esta lleno del miedo a este cruel y despiadado dios, que devora tan cruelmente sus producciones, hombres, animales, ideas, pensamientos, todo...todo se lo lleva el tiempo...o no?
Examinemos esto con cuidado.
Usar el lenguaje poético para aproximarse a la realidad puede resultar útil, pero también peligroso, porque podemos acabar prisioneros de las mismas garras poéticas. Lo mismo pasa con las aproximaciones filosóficas, científicas, etc...todas pueden ser un trampolín, o convertirse en una cárcel de ególatras.
El tiempo no crea nada desde que el mismo es una idea, un pensamiento.
El pensamiento yo crea muchos pensamientos, uno de ellos es el pensamiento otro, mundo o tiempo.
El tiempo es una producción del pensamiento, y no al contrario.
En toda la historia humana jamas ha existido el tiempo mas que en el pensamiento de los hombres. Diría, siendo franco, que nada ha existido mas que en mi pensamiento, pero no quiero desviar el tema.
Por eso la misma historia es un pensamiento.
No solo la historia personal de cada uno, sino toda la enterita historia humana, un pensamiento desmembrado en millones de hebras en cada una de las cuales se desarrolla la creencia de una historia personal.
La eternidad no puede enamorarse de nadie porque para empezar no es humana, y segundo porque es solo un concepto. La realidad que hay detrás del concepto eternidad es indescriptible. Lo mismo pasa con conceptos filosóficos que nos acompañan desde hace milenios como siempre, absoluto, ser, esencia, todos señalan hacia eso, pero dado que eso es indescriptible, acaban por convertirse en redes mortales.
El concepto eternidad puede asociarse con el concepto tiempo si se quiere, de hecho hablar de uno necesita al otro invariablemente, pero que no se espere que el fruto de esta unión cree otra cosa que conceptos.
Un concepto que copula con otro concepto tiene necesariamente “conceptitos”.
Las producciones del tiempo son mas conceptos, y el enamoramiento de la eternidad, un enamoramiento narcisista donde un concepto solo se mira a si mismo.
Aun entrando en el fondo de esta licencia poética, la eternidad, que lo es todo, no podría enamorarse de las producciones del tiempo si estas producciones no fueran eternas. Y si las producciones del tiempo son eternas, el tiempo también lo es, luego no hay sino incesto de la eternidad consigo misma.
O sea, una milonga que te cagas.
Todo este rollo no viene de otro sitio que de la especulación filosófica, pre-socrática incluso, que fue la madre de todos los y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros que conocemos.
Las Mayúsculas y las minúsculas nacieron en estos tiempos. Y lo divino que habitaba y era, habita y es, en y todas las cosas, desde siempre, fundido e inseparable de ellas, abandonó, en la nave del pensamiento su morada en las cosas y se hizo algo Mayúsculo y distante. Las cosas disminuyeron en su divinidad hasta el tamaño de una carne indigna y pecaminosa que solo podía tener la gracia de ser habitada por el Verbo.
Dios se hizo Padre, y los hijos, y también la madre, que era la tierra, quedaron a la espera de su descenso.
Y toda esta historia pachanguera solo sucedió y ha sucedido en el pensamiento, porque que culpa tendrán las cosas, y la realidad, de que vayamos por ahí esperando verbos que se encarnen, cuando ya están encarnados requetencarnados desde siempre.
Y por eso las encarnaciones, las reencarnaciones, las resurreciones, el cuerpo y el alma, el cielo y el infierno, y el pobre amigo Nietzsche, que intento con todas sus fuerzas explicarnos que desde siempre no había habido mas religión en la tierra que la de lo que sucede, que la carne y la tierra sagradas, acabando loco de remate porque los siglos de la la escolástica resultaron ser al fin y al cabo, inamovibles.
Y un hombre llamado Jesús de Nazaret, que se reconoció y reconoció a todo lo que se mueve como lo divino y sagrado que es, que despertó a lo que es, como tantos otros despertaron antes que él, tuvo que soportar que el sacrosanto imperio romano lo convirtiera un dios más de su panteón, con crucifixiones, pecados, absoluciones, gracias, y dispensas...y unirse, en la forma del Cristos, a la interminable procesión de dioses mediterráneos que antes que él ya habían bajado a los infiernos, y subido a los cielos, he aquí los mitras, dionisios, dumuzis, incluso poetas como orfeo.
La lista de los mártires de la religión, no por la religión, sino de la religión, es interminable.
Por eso, como paso un periodo muy sensible (los hombres también tenemos de eso) pues es lógico que se me enciendan todas las bombillas cuando para hablar de la realidad luminosa de las cosas, de las personas, de los seres, de la vida, me encuentre con licencias poético-filosóficas como esta.
Habrá seguramente a quien esto no le suponga nada, o a quien le importe un huevo de pato, yo como todavía tengo que vivir con los demonios que fueron exiliados de ese cielo, pues tengo, como mínimo, que dejarles desarrollar su alegato de defensa.
La vida es divina desde siempre, y el rollo del cuentecito del pecado suelta un tufillo mas que infumable...es un cadáver que lleva no se cuantos siglos descomponiéndose...y todavía sigue echando pestes.
Quien se sienta pecador pues que se busque su justa penitencia.
Quien necesite, como Robert de Niro en la misión, arrimarse toda su armadura a las espaldas, montaña arriba, pues que lo haga. Espacio hay para todos.
Y tiempo!
Pero que no mezcle la miel con las moscas.
Lo poético es lo poético.
La realidad es lo que hace posible que juguemos a poetas, o a cualquier otra cosa.
No le demos la vuelta.
El brillo del ser es algo sagrado, intocable, por mucho que le echemos encima mierda y mas mierda, conceptos y mas conceptos.
Pero hay conceptos en Mayúscula que la realidad ha desterrado ya del campo de la experiencia.
Uno de ellos es la eternidad como algo separado del tiempo.
Otro de ellos el tiempo como algo separado de la eternidad.
No es necesario que copulen, que tengan hijos. Nosotros no somos los hijos ni de la eternidad ni del tiempo. Nosotros somos lo que somos, aquí y ahora, mas allá de los conceptos de eternidad y del tiempo.
Honremos lo que somos debidamente, viviendo la cosa tal y como sucede, dejándola ser como es, tal y como se presenta, sin tener que convertirla en una bella y fantástica historia poética.
Los poetas mienten demasiado, decia Nietzche. Los filósofos también, y los psicólogos, como él. Todos mienten, porque decir algo sobre eso es mentir a la fuerza.
Esto que he dicho aquí es otra mentira, por supuesto.
Quizás los únicos que no mientan sean los amantes y los locos del amor, depués de todo.
Los que callan, por unas cosas o por otras.
Y los que hablamos, los que nos gusta tanto hablar, escribir, gozar con las letras, dejemos de arrojar basura sobre la luz de lo que es, de lo que somos, y que nunca en la vida ha necesitado de nuestros conceptos ni creencias para ser.
Seamos lo que somos, y dejemos ya de buscar joyas en los vertederos de la mente.
Creyendo que estamos sentados sobre palacios de oro.
(37 minutos, me pasaó de tiempo...que pena!)