Andaba yo ya mas feliz que unas pascuas retozando como pez en el agua en mi propia e irrenunciable eseidad, agradecido de mi reconciliación con mi admirada maestra Soledad, cuando he aquí que navegando por esos blogs de dios, me encuentro con las siguientes palabras:
“Hace tiempo que venimos observando en ciertas exposiciones muy simplistas del vedanta advaita, o de lo que pretende ser tal, la asimilación del concepto "lo que es" con "lo que aparece". Así hemos escuchado decir: "Esto es todo -lo que es-: un libro, un ordenador, una taza de café, etc… no hay nada más, esto es todo -lo que es-". Es decir, una descripción pura y simple del mundo de las formas tal cual las percibimos y concebimos. Esto es dar la realidad a la serpiente (entreteniéndose en describirla) y no a la cuerda cuando, en realidad, el vedanta pretende todo lo contrario. Vamos a recurrir a un tratado tradicional, el Drig-Drisya-Viveka de Sankara y al comentario que de él realiza Consuelo Martín en donde, curiosamente, utiliza también el concepto "lo que es" identificándolo, como así debe ser, con Atman, el Sí mismo, la Realidad, la Consciencia, la cuerda, y no a las apariencias que ella pueda dar lugar.Además de ello hay en el comentario a este verso abundante y verdadera enseñanza tradicional, y no las frecuentes reducciones modernas que se acostumbran a escuchar cada vez con más frecuencia. Así que démosle paso ya a lo importante”.
Todo esto coronado con una sentencia que parece haber sido sacada de los diez mandamientos del arca de la alianza:
"La ignorancia consiste en tomar como absoluto lo relativo".
Firmado por el peso pesado y tatarabuelo del vedanta, Adi Shankara-acharia.
Y me digo, joder, ¿es que no podrá uno descansar ni por un día?, dado que esas exposiciones tan simplistas pueden ser muy ciertamente mías, o si no, con ellas me identifico, sin el mas mínimo atisbo de duda. ¿Pero que es lo que he hecho yo, reconocer a dios en una buena taza de café, mientras veo a dios en los colores de las nubes detrás de la ventana? ¿He de sentirme culpable por estar en paz con lo que aparece, con ser con lo que toca, con reconocer el ser en el ser que fluye?
¿Esa es la simpleza, la poca vergüenza, y el descaro que no me perdonan las enseñanzas tradicionales?
Y me pregunto yo si no tendría que romper definitivamente con las abstracciones vedánticas de la mentalidad india, si no habrá tenido razón mi buen amigo Miguel R de P el cual tan benevolentemente renunció a seguir discutiendo conmigo sobre la espesa costra de abstracciones que cubre la filosofía del vedanta advaita, y si no tendría yo que haberle hecho un poco mas de caso, en vez de pasarme un año seguido discutiendo con él, defendiendo a capa y espada las verdades absolutas sobre la incuestionabilidad del absoluto.
Mejor me habría ido sin duda si me hubiera tomado tanto interés en documentarme y profundizar antes sobre las bases de la filosofía budista como lo hice en su día con el vedanta, aunque la vida me llevó, después de pasar por la criba una a una todas mis suposiciones, a soltar mis apegos absolutistas, gracias a dios.
Pero como resulta que ya estoy verdaderamente aburrido de seguir discutiendo en torno a unos conceptos que ni vienen ni van a ningún sitio, y porque estoy la mar de a gusto retozando en mi mar de relatividades simplistas, creo que voy a sacar del armario uno de los ensayos en los que aun tenia fuerzas y ánimo para tratar de estas soporidades.
Dado que la experiencia me ha enseñado tan bien que no es conveniente mandar comentarios, digamos, no espiritualmente correctos, en otros espacios, volveré a hacer uso del mio, no para defender mi punto de vista, que ya no tengo sobre el asunto, sino para que no se confunda un globo que suelta su lastre con una exposición simplista sobre el asunto. Y si es simplista, ¿cual es el problema?
¿A alguien todavía le pica en las partes íntimas que haya que simplificar la vida al máximo para vivir la simpleza de la vida? Pues que se rasque, hombre, o que se simplifique, que se vuelva simple como las rocas!!. Que se vuelva rocio, bosque y musgo, o pequeño saltamontes. Que siga el tao de las nubes, y del viento sobre el agua.
Pero antes de desempolvar el ensayo en cuestión, que no va ser precisamente “simple”, quiero mencionar lo siguiente, que ya hice en el comentario que le envié al autor del post (que dudo bastante que publique-mis perdones si lo publica):
1-Que para tomar por absoluto lo relativo primero es necesario ser o conocer lo absoluto.
2-Que si antes de tomar por absoluto lo relativo no se ha sido/conocido lo absoluto, es imposible tomar por absoluto lo relativo.
3-Que si se es/conoce lo absoluto es imposible tomar lo relativo por lo absoluto.
4-Que en lo absoluto no hay relativo.
5-Que lo absoluto se manifiesta espontánea e instantánemante (es decir, eternamente) en la apariencia de lo relativo. Por eso esto de lo que estamos hablando se llama no-dualidad.
Asi que con mi ordenador, mi ensayo, y mi taza de te (café no, que ya es muy tarde), y dios en todos, repitiendo por enésima vez a mis muy queridos monjes contemplativos y contertulios, que dios también está en los cacharros, desempolvo esta reliquia, por si puede explicar por mi, ya que yo ya he estirado la pata de aburrimiento, de donde vienen esas supuestas exposiciones y actitudes simplistas, y porque es bueno soltar el lastre en un barco que esta a punto de hundirse, después de todo:
El Absoluto y su función (diciembre 2008).
Toda palabra viene del Silencio, toda palabra vuelve al Silencio.
Toda palabra es del Silencio y en el Silencio encuentra su sentido último.
C.B.P
"La palabra Absoluto apunta a un nivel de realización de ser que mora más allá del ámbito del lenguaje y de las palabras, por eso cualquier cosa que digamos en torno al Absoluto (o a cualquiera de las palabras que asi lo asignan en las diferentes tradiciones sagradas: Tao, Sunjata, Nirvana, Dios, No Manifestado, Vacío, La Fuente, Si Mismo, Brahman, Conciencia, Padre-Madre, Espíritu, Gran Águila...es solo un intento de apuntar hacia algo inexpresable que trasciende, pero incluye la razón en nivel del pensamiento, de la emoción, y de la sensación.
Podemos decir sin miedo al error que el Absoluto impregna todos estos niveles, que los incluye, y que los trasciende. De no ser así, jamás podríamos trascenderlos, y esta trascendencia ha sido y es experimentada tanto por santos y místicos, como personas comunes cada vez ingresan en el momento presente, en el ámbito de la presencia consciente que es su morada.
El aquí y el ahora, o el no-tiempo, es el territorio, el hogar y la fuente de la presencia divina.: Presencia que es una de las cualidades innatas del Absoluto, como lo es la paz, el amor, la belleza, la sabiduría, la alegría o felicidad o bienaventuranza, la verdad, y la Vida. Vida que es fuente y sostén de todas las formas visibles e invisibles de vida y manifestación, conocida o no.
Puesto que no hay forma de decir nada de Aquello que trasciende el nombre y la forma, la única forma de aproximarnos al absoluto es a través del nombre y la forma, es decir, de la función.
Podemos entender como función del Absoluto la forma a través de la cual se manifiesta en el mundo de lo relativo. Forma es función porque toda forma que se manifiesta en el mundo manifiesta una función determinada del Absoluto con referencia a otras formas del Absoluto, es decir , que la forma de un árbol es la forma idónea que adopta el Absoluto para relacionarse con otras formas de si mismo: la tierra, el hombre, los animales, el cielo...En este sentido, la función del absoluto es el único modo de aproximación que tenemos, fuera de la presencia silenciosa, al misterio del que siempre se rodea el Absoluto.
Por eso, en este ensayo, ahorraremos tiempo y energía en intentar llegar a la esencia del Absoluto que es inexpugnable e incognoscible, y nos aproximaremos a ella solo a través de sus atributos. Atributos que están inextricablemente relacionados con la función que en uno o en otro ámbito desempeña el misterio de la vida.
Los tres grandes atributos divinos, reconocidos en todas las tradiciones filosóficas y espirituales del mundo son la Verdad o Sabiduría, el Bien o el Amor, y la Belleza. De los muchos y múltiples carismas del Espíritu, estos son las raíces, puesto que no tienen contrario, son no duales, y trascienden por ellos mismos el nivel de la dualidad donde tiene lugar el juego de la manifestación. Estos atributos, que se reconocen a través del sentimiento de la presencia divina en nuestro interior, son la quintaesencia del misterio de la Vida divina, porque se corresponden a los tres ámbitos sin los cuales la manifestación que conocemos nos sería posible.
La vida divina, que es una, es una vida no individual sino trinitaria, lo que lo cristianos han llamado Trinidad, porque sin esta expropiación del misterio no manifestado de Dios fuera de si mismo, sería imposible la manifestación y el mundo de lo relativo.
Es a través del reflejo del misterio de la trinidad, de la vida Una y Trina que se alberga en la presencia, que podemos reconocer su existencia, mismo que sea empañada por el velos de la dualidad, en el mundo manifiesto.
Por eso abordaremos, antes de desarrollar un acercamiento a través de la función, el misterio de la trinidad a través de la tradición cristiana, pero liberada de la concha y del cuerpo doctrinal y ampliando esta concepción a otras religiones y vías espirituales.
La primera persona de la Trinidad, el Padre, corresponde con Lo No manifestado innombrable, del que nada puede decirse. Esta es la fuente de todos los atributos, de los que emanan y vuelven a través de las otras personas de la Trinidad.
La segunda persona de la trinidad, el Hijo, es el receptáculo de esos atributos, en virtud al cual podemos experimentarlos y sentirlos. Es la verdad, la belleza y el amor manifestados fuera del misterio del Padre, en una creación que se renueva en cada instante eterno. Si el Padre es la fuente del amor, el Gran Amante Divino, el Hijo es el Amado, y en este amor, en esa relación de amor que sale de si mismo y vuelve a si mismo, que es el Espíritu, tiene lugar la manifestación de todos los ámbitos de lo relativo, en el cual vivimos.
La tercera Persona de la Trinidad es el espíritu de amor, que mas que una persona es la relación que une el Misterio del amor del Padre con el amor Manifestado del Hijo.
Puesto que, como decíamos, conocer al Padre es imposible, solo tenemos acceso al Absoluto a través de los atributos (Verdad, Belleza y Amor) que nos viene de la presencia divina del Hijo en nuestro interior (nadie va al Padre si no es por mi) , la presencia crística, o a través de cualquiera de las formas que adopta ese amor, esa relación amorosa y primordial entre el Padre y el Hijo.
Si la presencia divina de Amor, Belleza y Verdad que hay en nuestro interior aquí y ahora, eternamente en el no-tiempo, es la huella del Absoluto que vive en nuestro interior, las formas que adoptan estos atributos desplegados en la manifestación es su función. Función que no tiene más objeto, en última instancia, que el reconocimiento de estos atributos, y a través e ellos, de la presencia divina que impregna todas las formas. Esta función es el atributo del Espíritu, que es invisible, cuya cualidad es, como dijimos la relación, o la inter-subjetividad amorosa que se despliega entre Padre e Hijo, Misterio no-Manifestado, y mundo Manifiesto, y por extensión, la relación entre todas las formas que adopta el Absoluto en su peregrinaje a través del mundo de las formas y regreso a Si Mismo.
La Vida trinitaria, a pesar de ser un misterio nunca del todo desvelado en el ámbito de la tradición exotérica cristiana, es un misterio reconocible en todas las tradiciones sagradas no duales.
Así tenemos dentro de la tradición del vedanta´-advaita el Sat-Chit-Ananda, Ser-Consciencia, Felicidad corresponden así mismo respectivamente a la Belleza, la Verdad y el Bien o el Amor de nuestra tradición grecolatina-cristiana. Asi mismo, el principio Absoluto Objetivo o Brahman se identifica con el Padre No –Manifestado, e Atman, o Principio Absoluto Subjetivo, con El Hijo, y la manifestación, o Lilah, también se corresponde con el Espíritu.
En la tradición tántrica, Shiva sería el principio Absoluto, en tanto que Shakti sería la Manifestación de ese Principio, y la danza que se crea entre los dos sería el espíritu de amor, y la relación que crea todas las formas del mundo.
El la tradición Taoista tenemos el Tao no manifestado, como principio Absoluto e incognoscible, en tanto que el Tao Manifestado (Hijo), gira en torno a la dualidad primordial del principio creativo Yang (polaridad masculina del Hijo) y receptivo Ying (Polaridad femenina del Hijo) que se generan mutuamente en perfecta complementariedad y relacionalidad (Espíritu).
En la tradición sufi tenemos el Corazón Amoroso (Hijo) de Allah (Padre), y su manifestación en sus muchos nombres y atributos, a través de la Baraka (la Gracia del Espíritu).
En la tradición budista tenemos La Verdad Absoluta, la Mente Única, o Luz Clara (Padre), y su manifestación como Conciencia (Hijo) en el mundo de las formas (verdad relativa o funcional ) a través de los principios de la vacuidad e interdependencia (Espíritu)...
Y así podríamos seguir indefinidamente, porque estos atributos son principios existentes en toda forma que existe en el mundo, religiosa o pagana.
Ahora, mas allá de los atributos divinos que vienen de la Presencia Divina que existe en y sostiene todas las cosas, existe otro portal de entrada a la experiencia de esos atributos, y este es el ámbito del nombre y la forma, es decir, del ámbito de la función del Absoluto.
Toda forma es función, en cuanto que, como predica el budismo, no existe por si misma, sino que existe solo en virtud a la relación o interdependencia que le une a otras formas igualmente inexistentes y relativas. Este es el ámbito en el que se mueven todas las palabras y acciones del espíritu, dirigidos al ojo y al oido, que es el ámbito de la verdad funcional, o verdad relativa.
Todo fruto de toda práctica espiritual, sea la compasión del bodhisatva como el amor crístiano, sufi o tántrico, se expresa en esta verdad funcional de reconocer la función relativa de cada cosa. Puesto que en el ámbito de lo relativo ninguna cosa tiene existencia por si misma, sino que depende de otras cosas, su función va estar siempre determinada por la existencia y las funciones relativas de otras cosas. Este es el sentido profundo y práctico de las verdades de la impermanencia, vacuidad e interdependencia.
Todas las cosas, todas las formas de la creación son dotadas de forma en virtud de su función en la ley de la interdependencia, todas excepto una, el ser humano.
Así el agua tiene la forma adecuada a su función, y el fuego, y todos los elementos, los minerales, las plantas y los animales. Así mismo las estrellas, los planetas, las galaxias, e incluso las formas arquetípicas de la geometría sagrada cumplen su función en el ámbito de la vacuidad y de la interdependencia. Solo al ser humano le ha sido dada la libertad, o la ignorancia, de desconectarse de su presencia, y alejarse de su función, de su forma originaria, que es ser un puente entre el Espíritu y la materia, alquimizando a través de su presencia otras formas inferiores o menos evolucionadas de consciencia. Solo el ser humano ha trasformado la función que le otorga su naturaleza divina en una monstruosidad que lo aleja y atenta contra todas las formas de vida del planeta.
La función del ser humano, la función que le es propia a la forma en la que ha encarnado su presencia divina es amar a sus hermanos, y a todas las formas de vida a través de su misma presencia consciente. Es decir, disponibilizar su vehículo físico al que llama cuerpo para co-crear con El absoluto a través de la divinidad de su presencia.
Es por eso que todos los hombres iluminados de todas las tradiciones, y de todos los tiempos, han encarnado la función correcta en cada momento. que no es otra que dar de comer al hambriento, y dar de beber al sediento de la tradición cristiana.
A Dios, la divina presencia en nuestro interior, se le puede honrar de muchas e infinitas maneras: danzando, haciendo rituales, haciendo el amor, todo con consciencia, pero nada es mas valioso a los ojos del Padre que dar de comer al hambriento y dar de beber al sediento, es decir, encarnar en cada momento, como se busca en el budismo zen, la actitud correcta y la función correcta. Esto significa también sacar del error al ignorante, o dar un palo bien dado al pusilánime.
La única función del hombre, la única razón de haber adoptado esta forma y este nombre, es encarnar en el mundo de la dualidad, es decir, de la mente ilusoria y discriminativa, con sus manifestaciones mentales, emocionales y sensoriales, los atributos divinos de la presencia, que están mas allá de la dualidad, para trascender el conflicto originado por la ignorancia de la mente dual. Encarnar por todos los medios posibles la Verdad, el Bien, y la Belleza, la Sabiduría, el Ser, la Conciencia y la Felicidad.
Pero para esto, para que el ser humano sea capaz de encarnar la función correcta en cada momento, no basta con una moral religiosa, ni budista, ni cristiana, ni con una ética atea, por muy buena que sea, es necesario tener una experiencia interna de lo que significa alcanzar, profundizar y estabilizar un estado de presencia amorosa y consciente que viene de la limpieza de nuestro vínculo con el Absoluto, o lo que es lo mismo, vivir en la verdad del momento, en el ahora y aquí, en el ámbito del no tiempo y del presente eternos.
Para que el Absoluto realice la función correcta en el ser humano es necesario que sea consciente de sí mismo, que se vuelva auto-consciente: Para esto es necesario que la conciencia y potencial de presencia del hombre deje de proyectarse fuera de si mismo, y se focalice en si misma, es decir, que abandone el mundo de los objetos sensoriales, emocionales, y mentales, y se centre en su misma condición de presencia.
Las sensaciones, emociones y pensamientos que nos evoca el contacto con un mundo fragmentado son otra manifestación del absoluto, pero en estado latente de inconsciencia. La única forma de realizar la función que el Absoluto tiene en la forma y función humana es volver los ojos hacia dentro, tomar consciencia de esa presencia y reconocerla en todas las demás cosas que nos rodean. También es posible reconocer esa presencia fuera de nosotros, pero reconocerla fuera ya significa que estamos en un estado de presencia, pues solo la presencia divina puede reconocerse a si misma en cualquier forma u apariencia.
Todo el propósito de nuestra vida gira en torno a este preciso momento de reconocimiento, momento siempre actualizado, que es siempre ahora, y nada en el mundo, ningún propósito externo es mas importante que este reconocimiento de lo que somos y de cual es nuestra función correcta en cada momento. Pobres o ricos, bellos o feos, estúpidos, sabios o ignorantes, solo la práctica y el cultivo de la presencia puede posibilitarnos el acceso al reno de los cielos.
La palabra, lejos de ser una herramienta de especulación filosófica, de manipulación política, de violencia o agresión emocional, de mentira o de engaño personal, ha de ser un vehículo de la verdad, de la sabiduría, del amor y de la belleza. Al igual que la acción y el pensamiento.
La palabra, la acción y el pensamiento, como la boca, manos y pies de la presencia han de dar testimonio de esa presencia a través de la función correcta.
Y cual es la función correcta.?
Como dice la oración de S. Francisco:
Señor, haz de mi un instrumento de tu paz...
Que donde haya odio ponga yo amor
Que donde hay ofensa ponga perdón
Que donde haya discordia ponga unión
Que donde haya error ponga verdad
Que donde haya duda, ponga fe
Que donde haya desesperación, ponga esperanza
Que donde hay tinieblas ponga vuestra luz
Que donde haya tristeza ponga alegría
Oh Maestro, que no me empeñe tanto
En ser consolado como en consolar
En ser comprendido como en comprender
En ser amado como en amar
Pues dando se recibe
Olvidando se encuentra
Perdonando se es perdonando
Y muriendo se resucita a la vida eterna
La vida eterna del momento presente, del aquí y ahora donde brilla como un sol incandescente la presencia divina de todos los seres, de todas las direcciones y de todos los tiempos.
Por eso el bodhisattva, el sabio, el hombre virtuoso, vive, habla y actúa conforme a la verdad propia del momento, está libre del apego a las palabras, y las usa siempre dentro de la actitud y la función correcta, porque sabe que toda palabra pertenece al silencio, se alimenta de silencio, existe gracias al silencio, nace y muere en el Silencio. "
Asi que les pido a los señores monjes, devotos, jannis, jivas, yoguis, profesionales del vedanta, y maestros casi consagrados, que dejen de atosigarme y atosigar al mundo con conceptos, que bastante tiene el mundo ya con sus propias ilusiones, para hacerle el flaco favor de crear mas separaciones.
Miserere dómine.
Se lo ruego, dejen al mundo en paz ser como es,
dejen que las cosas sean lo que son
y tengan misericordia.