El Tao y el Vacío Creador

"Hay algo sin foma y perfecto
que existía antes de que el universo naciera
Es sereno. Vacío.
Solitario. Inmutable.
Infinito. Eternamente presente.
Es la madre del Universo.
A falta de un nombre mejor...
lo llamo Tao.

Fluye a través de todo,
dentro y fuera de todo,
y al origen de todo retorna.

El Tao es grande
El universo es grande.
La tierra es grande,
El hombre es grande.

El hombre sigue a la tierra.
La tierra sigue al universo.
El universo sigue al Tao.
El Tao se sigue a sí mismo."

Tao-Te-King, cap 25.

miércoles, 17 de junio de 2009

El punto sin retorno.


Llega una momento en la vida en el que uno decide vivirse, vivirse sin más ni más.
En realidad uno no decide nada. La vida le empuja, le jala, porque el alma ha vivido y experimentado tanto, con tantas cosas, y de tantos modos, que ya es imposible identificarse con nada, con nada más que con la misma vida.
En este punto, en este punto exacto, que no es un punto, sino el centro del agujero negro que conduce al infinito, se deponen todas las máscaras, todos los miedos, todos los juicios.
Dios se quita una de sus máscaras, y nos muestra su cara de demonio, y el demonio se quita la suya, y muestra la belleza de su rostro divino.
No queda nada ya por defender, ningún punto de vista. Todas las perspectivas son válidas, porque todas son ilusorias y a la par, reales.
Todo es cierto y a la vez mentira, nada existe aislado de nada, todo está comunicado, por eso todo es verdad.
Y aunque uno se esfuerce por tomar partido, resulta imposible. Uno ya no puede jugar a vaqueros e indios, a jedis y darth vaders, a demonios y a ángeles.
Uno cierra los ojos, y siente correr por su sangre todo el legado de la humanidad, el legado de la luz y de la oscuridad, de la tierra y de la sangre, de lo divino y de lo demoníaco, de los minerales, de las plantas y de los animales, de los sirios, de los pleyadianos, de los reptilianos y de los annunaki. Toda la historia de la humanidad y del cosmos, con sus batallas, y épocas de paz, con sus mundos iluminados o rebelados, en caos o en paz , fluyen y laten en cada una de nuestras células.
Así que uno ya no puede nombrar nada, ni siquiera puede dividir su totalidad diciendo Yo Soy Todo. Con un Yo Soy, tan sólo un Yo Soy, es bastante.
Este es el punto sin retorno, punto infinito y eterno que siempre ha estado, en el que uno se reconoce a sí mismo como Eso que viene desde siempre y se va por todas partes.
Uno Es, simplemente y sencillamente Es, y se la trae muy floja cual sea el adjetivo que le siga: bueno, malo, negro, blanco, oscuro o iluminado.
Uno es con el soplo del aire, con el aroma de la rosa, con el parloteo de la vecina, con la bronca de los que persisten en estar juntos aunque ya no se sienten enamorados, con el beso de los amantes, con el trinar de los pájaros, con el barullo del trafico, con el olor a tierra mojada, con la ira de los chicos pobres del barrio, y con la mirada jactanciosa del pendejo que cruza en su descapotable a 100 kms. por hora el paso de cebra que hay frente a tu casa.
Uno es tanto el ego como el Ser, la guerra como la paz del alma, el arcoiris como el ojo rayado de la anaconda.
Uno es el cuerno de Satanás como la corona del arcángel Miguel.
Uno es el maestro y el aprendiz, el alfarero y la humilde vasija de barro.
Esto, la muerte del yo, es el punto sin retorno que conduce a la libertad absoluta y total, porque ya no es posible rechazar nada, y por lo tanto, tampoco es posible apegarse a nada.
Este es el punto donde todas las dimensiones de la conciencia convergen, y a la vez, desaparecen tragadas por la boca insaciable de un vacío absoluto e innombrable.
Este es el punto en el que uno abandona para siempre la auto-importancia, las dependencias, los cuelgues emocionales, las pájaras mentales, porque nada es mas importante que nada.
La libertad total reside en la presencia, sólo en la presencia que fluye sin resistirse con la verdad de cada instante. La libertad no tiene nada que ver con estar aquí o allá, o poder moverse, decir o hacer lo que a uno le viene en gana. Estas son libertades relativas, necesarias par crear la ilusión de elegir una cosa antes que otra.
El ser humano solo es libre cuando ya no espera nada, no quiere nada, y al no esperar ni querer nada, lo tiene todo, y puede hacer cualquier cosa, porque todas las cosas fluyen por su sangre.
El ser humano solo es libre cuando se reconoce como todo, y cuando se reconoce como todo, ya nada puede sacarlo de su centro, porque su centro se encuentra en todas partes y en ninguna a la vez.
Asi que nada de historias que dividen la experiencia de ser en dos, en tres, en cuatro, o en cien la totalidad que somos. Nada de culebrones viejos o desfasados. Es necesario comprender, y todos los haremos tarde o temprano, que el espíritu no está arriba ni la materia abajo, que la luz no es buena ni la oscuridad es mala, que nadie tiene el poder de quitarnos ni un solo átomo de la totalidad que somos. A no ser que se lo entreguemos voluntariamente para aprender algo y poder reconocernos nuevamente en el espejo que hemos creado. Cada relación es un espejo que nos refleja hasta que punto estamos integrados o somos totales y fragmentados. Este es el único propósito, nada de medias naranjas.
Somos el entero cosmos, con sus tres tiempos y sus siete direcciones del espacio, con sus infinitos mundos y seres, con sus infinitas y nuevas posibilidades. Somos lo viejo tanto como lo nuevo, el futuro como el pasado, y lo somos porque lo que somos reside en el instante eterno, que existe desde siempre, que viene desde siempre y se por por todas partes.
Musho toku. No hay nada que obtener. Abandonar toda esperanza, todo recuerdo, y ser libres para siempre. No hay nada de lo que liberarse. El sufrimiento es solo una ilusión creada por nuestro poder para aprender a ser libres y totales.
Cuando uno se reconoce como lo que es, cuando uno deja de luchar contra el dolor, el placer, la ira, la excitación, el deseo, o al auto-compasión, uno se libera de esas proyecciones momentáneas.
No hay nada, absolutamente nada que tenga el poder de aprisionarnos, a no ser que consintamos en ello voluntariamente.
Cuando la lección de la limitación, cuando la ilusión del karma no nos aporrta mas aprendizaje, deja de ser necesaria. El sufrimiento deja de ser necesario, y uno puede disfrutar del dolor y del placer, de la luz y la oscuridad, y de los infinitos matices que hay entre ellos sin identificarse.
El punto sin retorno es la puerta al Ser, y siempre nos espera en aquel lugar del que mas nos escondemos, y con mas fuerza negamos. El agujero negro que todos llevamos dentro, en algún lugar de nuestro cuerpo y de nuestra alma, y que nos habla a través del dolor hasta que le concedemos nuestra atención, y nos sentamos a conversar con él.
El punto sin retorno es el remolino que vemos en el río, los ojos del lobo que asoman de la cueva donde hemos depositado todas las cosas que nos han asustado. El punto sin retorno es nuestro más íntimo y profundo dolor, dolor que encubre nuestro más profundo miedo, miedo que encubre nuestro mas profundo amor, y anhelo de ser totales.
Anhelo de ser completamente íntegros, libres auténticos, conscientes de nuestras infinitas posibilidades.
El punto sin retorno es el portal dimensional mas temido, porque hay que morir para pasar al otro lado.
¿ Y que hay al otro lado?
Tan solo la vida, sí, pero una vida total que se experimenta sin filtros, sin juicios, sin proyecciones mentales y emocionales.
Tan solo la vida, la vida tal cual. La vida en esencia, sentida y saboreada hasta el último detalle, con cada latido y pulso de nuestra sangre.
Tan solo la vida, ¿acaso no es suficiente?
¿Que mejor regalo que poder vivir ligero y en paz, aceptándolo todo, siéndolo todo?
Ningún precio es demasiado alto, ni siquiera la muerte, porque la vida es todo lo que existe, todo lo que existió y existirá siempre.
Vida por doquier. Vida misteriosa e insondable.
Vida eterna e ilimitada que es el regalo que Dios nos ha dado, que nos da con cada hálito.
Tan solo la vida, la vida, no más.

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