El Tao y el Vacío Creador

"Hay algo sin foma y perfecto
que existía antes de que el universo naciera
Es sereno. Vacío.
Solitario. Inmutable.
Infinito. Eternamente presente.
Es la madre del Universo.
A falta de un nombre mejor...
lo llamo Tao.

Fluye a través de todo,
dentro y fuera de todo,
y al origen de todo retorna.

El Tao es grande
El universo es grande.
La tierra es grande,
El hombre es grande.

El hombre sigue a la tierra.
La tierra sigue al universo.
El universo sigue al Tao.
El Tao se sigue a sí mismo."

Tao-Te-King, cap 25.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Ser Nadie (o ser de nadie).


Ser nadie.
Ser de nadie.
Lo malo de escribir un diario es que se puede caer en el hábito de creer en las propias palabras que se dicen, y a la larga, de convertirse en su esclavo.
A no ser que uno tenga claro que lo que se dice nunca es cierto ni falso.
Como el pensamiento, las palabras pasan, vienen y se van por el infinito campo de la consciencia.
Las palabras no son buenas ni malas, los pensamientos tampoco, de hecho, a veces, cuando estamos saturados de pensamientos-palabras otros ciertos pensamientos-palabras pueden ayudarnos a volver al silencio.
Un ejemplo de un pensamiento-palabra que resume la crisis de identidad por la que he estado pasando es la siguiente cita de David Carse que encontré ayer noche vagabundeando por algunos blogs de amigos, amigos que aun no me conocen, que comulgan en la filosofía no dual o advaita:
El ego no es mas que la historia que él se cuenta constantemente de sí mismo”.
Este es el resumen de mis quince años de buscador y escritor, en busca de identidad. No habría encontrado uno mejor, ni siquiera hecho por mi mismo.
Quince años en los que las identificaciones con casi todas las cosas en las que he depositado mi atención ha sido constante, dejándome el sentido de ser alguien, el sentido de ser un yo, como un colador.
Pero tengo suerte, quiero decir, a pesar de las tormentas personales, tengo suerte de que mi vida haya sido hasta el día de hoy un a completa identificación con lo que pasa por el campo de la consciencia.
Tengo suerte de haber buscado al ser por casi todos los rincones de la existencia, y de no haber despreciado ni denigrado ni la más mínima experiencia, sensación, emoción, pensamiento o creencia.
Tengo mucha suerte, porque ahora tengo claro no solo que no se quien soy, cosa que tengo clara desde hace muchos años, sino lo que marca la diferencia con estos años y el ahora que estoy pasando: que ha dejado de importarme.
No se quien soy ni me importa.
Y no lo dice un pasota, un adolescente que se pasa la vida fumando porros y jugando a la play.
Yo también fume mis porros, pero filosofaba sobre la vida con los colegas en un banco, o me deleitaba sintiendo la energía erótica de lo femenino por todas partes.
Lo dice alguien que ha mantenido un atma-vichara (autoindagación) constante y agotador durante casi diez años.
Mal vichara por lo visto, porque nunca conseguía llegar a la fuente misma de la pregunta quien soy yo, si no era a través de mis maestros. Después, cuando me quedaba solo, no tardaba ni una milésima de segundo en identificarme con el primer aroma que venia a mis napias, y allí iba de nuevo la mariposa del ego, volando de flor en flor.
Me ha seducido demasiado la vida como para poder apartar mis ojos de ella durante quizás el tiempo suficiente para averiguar quien soy, pero también me ha seducido demasiado la muerte como para que la vida tenga tiempo de contestarme.
He averiguado que tanto la vida como la muerte conducen hacia el Yo, hacia la consciencia de Ser, lo queramos o no, y el único modo de evitarlo es jugar al escondite con ambas... cuando se nota que llega la muerte, la muerte del ego, se corre hacia la vida, y cuando la vida esta a punto de hacerte desaparecer como un yo separado, se corre hacia la muerte, para mantener ese ego a salvo.
Lo importante es proteger la historia personal, esa historia que el ego se cuenta constantemente de si mismo, para mantenerse con vida.
Pero la vida del ego es solo el pálido reflejo de la vida del ser, y su muerte también una ilusión, pues nada que emane de la consciencia puede morir, solo vivir y fluir para siempre.
El ego, que es solo una identificación momentánea, una fotografía, una instantánea de un rio que siempre fluye, ni muere ni deja de morir, simplemente cuando se reconoce como lo que es, nada mas que la historia que narciso se cuenta de si mismo, contemplándose a si mismo, en la orilla del río, se cae de bruces y se ahoga, convirtiéndose en lo que siempre ha sido: agua que pasa, agua que fluye.
Definitivamente tengo suerte, suerte de haber coleccionado tantas palabras y fotografías.
Tengo tantas versiones de mi mismo, tantas perspectivas de lo que fui o podría haber sido, de lo que podría ser, que ya no puedo tenerle apego a ninguna.
Cuando digo que tengo suerte es que hay gente que se pasa toda la vida mirando a una sola o unas pocas fotografías, contándose una y otra vez que eso que esta allí es su identidad, su razón de existir, de ser. Y efectivamente así es y así será mientras su atención, la atención y infinita energía disponible de la consciencia se preste a si misma, y diga que así es.
Tengo suerte, me quedan muy poquitas fotografías, muy pocas realmente, con las que pueda identificarme, y porque de aquí a nada, puede que en este mismo instante, la pura consciencia que soy, y que ha prestado su energía a todas mis identidades, se vuelva hacia si misma y se reconozca como lo que es. De hecho si este giro no estuviese sucediendo ahora y aquí, no podría decir que soy consciencia pura, sin etiquetas, sin límites.
Consciencia pura e ilimitada no quiere decir consciencia libre y limpia de pseudoidentidades, libre de pensamientos, emociones, sensaciones, etc... sino consciencia no identificada con lo que son emanaciones de si misma.
Como un cielo sobre el que pasan nubes siguen siendo cielo, el vacío nunca se colma de si mismo, por muchos objetos que se pongan en él.
A menudo dividimos la percepción total de la consciencia entre el espacio vacío y el espacio que ocupan los objetos, sin ver que dentro de ese espacio ocupado sigue habiendo espacio, porque los objetos son espacio, el espacio no se va a ninguna parte cuando se compra un mueble y se lleva a casa, el espacio que ocupa se convierte en objeto, pero sigue siendo espacio; del mismo modo, sin espacio para existir, ningún objeto podría existir nunca, de ninguna de las formas.
Si nos aplicamos el cuento, y volvemos nuestra atención hacia nosotros mismos, podemos experimentar que allí donde creemos que alguien existe solo hay una forma ocupando el espacio y la identidad de nadie.
Nuestro cuerpo es 99% espacio vacío, y el !% de ese lleno es solo una ilusión ocupando momentáneo el !% del espacio prestado. Lo mismo pasa con las sensaciones, las emociones, y la mente, si conseguimos dejar que todas esas cosas simplemente sucedan, sin aferrarnos a ellas, sin interpretarlas ni querer poseerlas, si dejamos que todas las cosas sean lo que son, y les permitimos mostrarse en su verdadera esencia, que es espacio, es decir, si no nos tomamos ninguna manifestación de la consciencia personalmente identificándonos con ella, ese minúsculo aspecto de la consciencia que llamamos el cuerpo-mente se descubre en su verdadera naturaleza.
Si conseguimos poner la distancia momentánea de nuestra identificación con el cuerpo-mente cotidiano, nos daremos cabal cuenta de que nuestra identidad física y psicológica es solo un fenómeno mas que tiene lugar en el campo de la consciencia.
Un fenómeno que como todos los fenómenos es impermanente y mutable, ilusorio. En el mismo lugar que un coche que pasa o una abeja que zumba en el oído y se marcha, las sensaciones, las emociones, y los pensamientos con los que nos identificamos también pasan.
Si logramos poner distancia de ese yo que se cree el pensador, el hacedor y el que siente las cosas, y descubrimos que no hay nadie pensando, haciendo ni sintiendo nada, conectaremos de golpe y porrazo con quienes somos realmente. Lo que pasa es que lo que somos es a al vez demasiado pequeño y demasiado grande como para abandonarnos tranquilamente a la certeza de no ser nadie. No ser nadie, para serlo todo, y ser libres, verdaderamente libres, porque la libertad no es nada personal que se gane o se conquiste, sino un estado natural, impersonal e incondicionado que es privilegio único de la consciencia, del todo, o de la nada.
¿Pero quien, en estos tiempos, esta dispuesto a pagar el precio, dejar los dulces y las golosinas del ego, y no ser nadie?
Muy pocos.
Y dentro de los pocos, habrá aun menos que lo sean realmente.
Como dice Nisargadatta:
" Sé nada, conoce nada, ten nada. Esta es la única vida digna de ser vivida, la única felicidad digna de ser tenida".
¿Alguien mas quiere ser feliz, quiere ser nadie?

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